Su bronca con refugiados e inmigrantes indocumentados no es personal, sino cruelmente eficiente.
Dale con Trump. Pero es que el asunto nos afecta más de lo que usted cree. Sin embargo, debo explicarme para seguir robando su tiempo de lectura.
Partamos del antecedente. Brevemente, el tema de fondo es que el capitalismo contemporáneo hace agua: la economía global no crece lo suficiente. No hace falta Wolfgang Streeck para afirmarlo. Lo reconoce hasta el club de ricos del Foro Económico Mundial. No solo la explosión de tecnología informática sustituye cada vez más empleos, sino que su costo marginal casi nulo plantea retos a la acumulación por lo fácil que resulta copiar las innovaciones. Se dilapida la naturaleza porque todos queremos energía y cosas baratas, a la vez que en nuestro globo interconectado se acaban los espacios de nueva explotación natural y comercial. Como tapa del pomo, se paga todo con dudoso dinero fiduciario y el poder de los banqueros hace que nadie pueda cuestionarlos.
La cosa demanda soluciones. Una opción es pedir cambio y buscar otro modelo económico: abrazar una ética de sobrevivencia compartida antes que de crecimiento sin límites. Esto requiere un estilo de vida más austero. Peor aún, exige redistribuir del rico al pobre, renunciar al consumo de hidrocarburos como energía barata y controlar la demanda desbocada de mercancías. Así que, si quiere esto, espere sentado.
La otra opción es apuntalar la economía tal cual ya existe. ¿Cómo? Excluyendo a más gente del pastel que ya no crece y protegiendo la tajada de los más ricos. Esta es la creciente desigualdad y el empobrecimiento que vemos. También creando barreras laborales para que los empleos que queden se repartan solo entre los propios. Finalmente, forzando mercados para conseguir materia prima barata y vender a precios de extorsión.
Y en estas llegamos a Trump. Justo es reconocer que su motivación primaria es el enriquecimiento desaforado, más que una clara estrategia histórica. El tipo probablemente no da para tanto, pero, ante la disyuntiva, él y sus secuaces deben trazar un camino al lucro. La salida es obvia: apostar por las exclusiones. Más aún, no tienen opción porque la austeridad y el colectivismo no gustan a la mayoría de estadounidenses, con su ideología individualista en la que el mercado lo resuelve todo.
Concretar esa apuesta exige que Trump haga las veces del capitán de un Titanic perverso: mientras el barco se hunde, lanza pasajeros al agua para que abunde el caviar y el champán entre los que quedan. Más allá del racismo, el sexismo y la islamofobia, esas urgentes órdenes ejecutivas y propuestas de ley sirven para concretar círculos concéntricos de exclusión y rapiña.
Por el lado de la exclusión, lanza del barco a los de la tercera clase: aquellos con menos poder y a quienes nadie quiere. Su bronca con refugiados e inmigrantes indocumentados no es personal, sino cruelmente eficiente. Disentirán los ahogados, pero los votantes de Trump hasta respiran aliviados, ya que habrá algunas oportunidades más para los que queden. Tanto así que no debe extrañar que en unos años en los Estados Unidos haya más empleos, aunque sean malos. Y que haya quien lo agradezca reeligiendo a Trump.
Por el lado de la rapiña, la tarea es hacerle bullying al resto del mundo. De nuevo, no es personal, sino eficiente. No interesa tanto irritar a mexicanos o australianos, aunque lo disfrute su corazón de mandamás autoritario. Lo importante es afirmar que se tiene dominio sobre los recursos de todo el mundo, pues van a hacer falta.
Hasta aquí, business as usual. Pero recuerde: no estamos en 1950 y el buque sigue hundiéndose. La tecnología continúa socavando el costo marginal, y la gente, entrenada como buenos consumidores, sigue pidiendo más. Este es el verdadero problema para Trump y para nosotros. Porque siguiendo por aquí tocará estrechar aún más el círculo de inclusión y lanzar más gente al agua: los de la segunda clase, los mecánicos, el cuarteto de cuerdas. No le extrañe que Trump decida marginar aún más a los afroestadounidenses, atacar a los migrantes legales de Latinoamérica o intensificar el bullying internacional, así signifique otra guerra.
Mientras tanto, seguirá entrando el agua por grietas y escotillas hasta que solo quede espacio en el puente del buque para el capitán y sus hijos. Y quizá para su mujer si aún es bonita. Para entonces, usted y yo estaremos anegados en el fondo del mar. Al gran jefe anaranjado le importará poco, ya que estará por retirarse o a punto de morir de viejo en su cama de brocado de oro. Que sus hijos vean cómo salir de esa.