En política pública, con frecuencia una cosa es la que se quiere y otra muy distinta la que se consigue.
A veces la diferencia entre política enunciada y resultado obtenido es deliberado: el político sagaz distrae diciendo algo —para bien o para mal— a sabiendas de que el resultado deseado vendrá de otra parte. Pero a menudo la cosa es más sencilla: no se consideran bien las implicaciones de lo propuesto.
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