La educación crea riqueza. Pero no es la riqueza usual, de oro y plata, dólares y dinero. La riqueza que crea la educación va por dentro.
Sin embargo, esta riqueza también interesa al inversionista que busca mejores réditos. No me refiero a bienes intangibles, a la riqueza de una estética refinada, al valor dado a la sabiduría o al aprecio que tenemos por el buen juicio, aunque sean cosas buenas en sí mismas. Escribo aquí de cosas que se ven y miden en el mercado y la economía.
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