Es fácil perderse denunciando los sindicatos como enemigo público. La semana pasada, María del Carmen Aceña afirmó sobre los sindicatos magisteriales: «… en el sector público no tienen ya razón de ser. Son funcionarios al servicio de la población y se han convertido en buscadores de renta personal».
No cuesta entender su encono, aunque la misma expresión podría aplicarse exactamente al Cacif en las juntas directivas públicas. Como ministra, le hizo guerra al cuestionable Joviel Acevedo. Casi ganó, solo para ver desandados sus esfuerzos apenas salió del poder. Y tenía razón: la extorsión política en nombre del sindicalismo daña al erario nacional, al magisterio y sobre todo a los estudiantes.
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