Tag: responsabilidad

  • Lo urgente y lo importante

    Lo urgente y lo importante

    En Guatemala hubo terremotos en 2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012 y 2017. Tuvimos huracanes en 2000, 2001, 2005 (dos de ellos), 2007, 2010 y 2013. Y el volcán de Fuego hizo erupción en 2012, 2015 y 2018.

    Sufrimos un cataclismo notable en 13 de los 19 años que llevamos del 2000 a la fecha. En 2 de cada 3 años (68 %) hubo al menos un desastre. Son 17 catástrofes, en promedio una cada 13.3 meses.

    Con esos números la pregunta no es si habrá crisis. La única duda es cuándo será. Hoy y mañana, mañana y pasado mañana. O quizá hoy y también pasado mañana. Si fuera actuario, no costaría determinar el precio de proteger contra eventos tan predecibles. Nomás que la prima sería bastante alta.

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  • María Consuelo Porras: entre lo justo y lo posible

    María Consuelo Porras: entre lo justo y lo posible

    La semana pasada, ya lo sabemos, el presidente Morales nombró a la sucesora de Thelma Aldana como jefa del Ministerio Público.

    Todavía, y por breve tiempo, se vale referirse a María Consuelo Porras como sucesora de. Es igual que cuando decimos esposo de o esposa de para aludir al cónyuge oscuro de alguien famoso y por la misma razón: aún no ha hecho méritos propios en el puesto.

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  • Los goles no se meten de portería a portería

    Los goles no se meten de portería a portería

    Qué le diré. Soy un incompetente para los deportes de equipo. En la escuela debí haber sido sujeto de educación especial en futbol. Pero la estrategia del profesor de la materia era dejar que florecieran los que ya eran buenos por cuenta propia mientras él se tendía bajo un árbol. Es más fácil que enseñar futbol a gordos y chambones.

    Me habría gustado que fuera distinto. Lo bueno es que no todo está perdido, ya que no cuesta admirar la destreza del buen futbolista. Rivaliza con el ballet la tarea de llevar el balón desde muy atrás, sortear delanteros, pasar y recibir viendo al compañero apenas con el rabillo del ojo. Causa admiración el puntero que amaga y deja a su contrincante buscando la pelota donde no está. Y todos gozamos de fundirnos en la masa que canta el gol cuando el portero no alcanza siquiera a moverse.

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  • Ciudadanía domesticada

    En un pacto perverso han preferido la certeza de la existencia controlada por su enemigo y su parásito antes que correr el riesgo de construir su propia existencia.

    En 70 000 años el ser humano cambió dramáticamente la megafauna del planeta. Aunque la cosa se aceleró en los últimos siglos, tenemos ratos de estar en el negocio de la extinción. Leones, elefantes, bisontes y tantos otros se vieron diezmados por igual.

    Es probable que en 100 años ya no existan algunos de los grandes animales que pueblan nuestras historias inmemoriales. Tigres, panteras y osos quizá solo vivan de manera segura en esas mismas historias. Con suerte, en los zoológicos en que los encerramos.

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  • ¿Orgullo de lo que somos o de lo que hacemos?

    Una deportista de alto desempeño no es buena simplemente porque sí. Aun antes de competir con otros debe competir consigo misma.

    Nunca me ha gustado la expresión «orgullosamente guatemalteco». Supone que basta con ser del país para tener algo de que enorgullecerse, que basta que algo sea nuestro para ser digno de orgullo.

    El futbol profesional es ejemplo de que tal orgullo no se justifica. Con persistencia, los aficionados visten los colores patrios, van a los estadios, compran boletos y vitorean a sus equipos. A pesar de las repetidas palizas. Tanto que no ir al Mundial parece ser parte de la marca nacional. La afición es orgullosamente guatemalteca, con fracaso y todo.

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  • Redención

    «No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal» (Bart Simpson).

    Todo médico sueña con nombrar una enfermedad desconocida. Pienso que se me ha cumplido ese sueño. Hoy documento una dolencia nueva, identificada entre lectores guatemaltecos. Es la dislexia antifiscal.

    Por cuatro semanas —y prometo que esta quinta será la última— escribí sobre la necesidad de aportar más recursos para la cosa pública. Argumenté que tenemos décadas de no invertir. Aduje que debemos comprometernos con el volumen de recursos tanto como discutir su destino u origen. Argüí que el problema es urgente. Y sugerí que esto exige una sólida voluntad política, ya que la causa de los ingresos fiscales nunca tendrá un tiempo propicio. Pero algunos lectores —al menos los generosos que se toman el tiempo para comentar en Plaza Pública o en las redes sociales— leyeron una sola cosa: ¡pague, pague!

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  • ¿Cuánto? ¡Más!

    Ante la pregunta de cuánto necesitamos se impone una sola respuesta terrible.

    Al hablar de dinero, tres preguntas debemos contestar: cuánta plata se necesita, de dónde saldrá y en qué se usará.

    Todo gasto presenta siempre los tres aspectos. Si quiero un carro, lo primero es el precio. Luego pregunto de dónde saldrá la plata: de un préstamo, de ahorros o de vender el vehículo actual. Finalmente decido en qué lo gastaré: en un Mercedes-Benz o en un pichirilo usado.

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  • Informa Contabilidad que usted también puede defraudar

    ¿Realmente no ven relación alguna entre su conducta, la mafia de La Línea y la debacle que es el Estado guatemalteco?

    Pareciera que no entendemos que lo que ocurre en el ámbito de la sociedad está íntimamente amarrado con lo que hacemos como individuos. Déjeme poner un ejemplo.

    Soy propietario de una oficina. Junto con recuerdos de alguna gente brillante y divertida es lo que me quedó de una empresa de consultoría en la que participé hace dos décadas. Periódicamente debo pasar el calvario de buscar un nuevo inquilino. Esta vez conseguí una empresa de bienes raíces para ahorrarme el dolor de cabeza. Una corredora amable encontró el inquilino, y yo volví a ser un feliz miembro de la clase rentista.

    Hasta allí, nada nuevo.

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  • Quitar el callo moral

    Esos que salen a la calle a sonar tambores, los que se juntan en la plaza y los que insistimos en señalar debilidades no somos vagos ni leninistas, resentidos o terroristas. Apenas rascamos la costra.

    El televisor en la sala de espera pasa la noticia sobre el destape de los salarios descomunales del personal administrativo en el Congreso. Una mujer conversa con la recepcionista del lugar. Con desparpajo cuenta que está entre quienes reciben esos salarios exagerados.

    No solo es una empleada fantasma, agrega, sino que el dinero no es para ella. De lo cobrado, la mayoría va a parar, mes a mes, al bolsillo del diputado que la colocó. Está indignada, dice. No por ser parte de una maniobra ilegal, sino por el injusto trato del diputado.

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  • ¿Le debemos algo los ciudadanos al presidente Jimmy Morales?

    Si los ciudadanos hemos de levantar la mano para jurar y deber algo, no será al presidente Morales, sino que a nuestra propia responsabilidad de vigilancia.

    Ante el título, primero la respuesta corta: no. Y así bastaría, salvo que defrauda a los lectores y decepciona a los editores. Así que a trabajar un poco más para explicarme.

    Algunos comentaristas insinúan que la ciudadanía le debe cierta libertad de acción a Morales. Primero, por razones políticas y prácticas habrá quien pida compás de espera, aunque ya nadie hable de 100 días para el nuevo gobierno. El mismo Morales implica este argumento en su discurso inaugural, centrado en esperanzas más que en propuestas, así no lo haga explícito. Eso es pedir la confianza de que, aunque no sepa cómo resolver los grandes retos del Estado, encontrará o al menos buscará una solución.

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