Tag: religión

  • ¿Por qué el pelo?

    ¿Por qué el pelo?

    Escribo esta nota al final de noviembre. Van 6 semanas de protestas en Irán detonadas por la muerte de la joven Mahsa Amini a manos de la llamada «policía de la moralidad» del régimen de Teherán.

    La teocracia iraní insiste en aplicar radicalmente la sharía, la ley religiosa islámica, que entre otras cosas exige a las mujeres cubrirse completamente el pelo. Para asegurar obediencia cuenta con las «Patrullas de guía» —Gasht-e Ershad— un cuerpo de policía que para ello advierte, regaña, golpea y, ya se ve, también mata.

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  • El consumo de este producto causa serios daños a la salud

    El consumo de este producto causa serios daños a la salud

    Que las vacunas salvan vidas es obvio. Lo sabemos desde hace más de 200 años, cuando Jenner demostró que inocular pus de las manos de las lecheras infectadas por viruela bovina protegía contra la mortífera viruela humana.

    La inmunización es una enorme conquista de la humanidad. Un estudio reciente en los Estados Unidos estimaba que había reducido al menos 92% del número de casos posibles de viruela, difteria, sarampión, parotiditis, tos ferina, polio, rubéola, síndrome congénito por rubéola, tétanos e influenza. Evitó el 100% de casos de viruela, difteria y polio. Nomás para una cohorte anual evitó 20 millones de casos y previno 40,000 muertes.

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  • La precaria autoestima del homófobo

    La precaria autoestima del homófobo

    Convengamos en que la reciente y absurda petición en contra del arcoíris en las licencias de conducir es más para reír que para indignar. Pero igual da ocasión para reflexionar. Sorprende el extraño afán del intolerante. Pobrecito, que persigue la homosexualidad con tanto ahínco. Los homófobos parecen sufrir un escozor que no los deja tranquilos. Ante lo que no cabe en su estrecha mente, en su corazón seco y frágil deben denunciar, maldecir, castigar.

    Al homófobo le pasa lo que a todos con ese barrito que nos sale en el borde de la nariz, que rascamos hasta que revienta. Y lo que al fin sale del pequeño incordio no es sino el mismo pus, la misma sangre. Es uno mismo quien hace la enfermedad. Es uno mismo quien es la enfermedad. El homófobo es el vivo ejemplo de aquello de que «no es lo que entra por la boca, sino lo que sale del corazón».

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  • Por el camino

    Por el camino

    Juan no entiende por qué le va tan mal. Pone la vista en el camino, pero tropieza continuamente. Allí están los bordes de la vía, bien visibles. Sin embargo, con cada paso, Juan se sale de la vereda.

    Usa como punto de referencia la escultura del antepasado, visible en la distancia. Como los valores liberales del prócer, su monumento debería ser un buen faro: sólido, firmemente asentado sobre una peana que le da altura. Bastaría con centrar la mirada en él para trazar un camino recto.

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  • Lo sacro y el candado de la imaginación

    Lo sacro y el candado de la imaginación

    A veces da penita admitirse chapín, viéndonos tan infantiles. Como ante la mojigatería religiosa y el oportunismo corrupto que reaccionaron a la marcha de la Poderosa Vulva. Nos deja tan mal parados esa absurda indignación, aun si no hubieran multitudes en Japón que celebran un pene metálico en plena festividad religiosa.

    No es que la marcha fuera de mal gusto. Apenas sería una más entre tanta cosa fea. Como el mobiliario de Manuel Baldizón o un Mickey Mouse gigante. O el aspecto del fiambre: delicioso, pero que igual parece un nido de lombrices.

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  • ¿Soberanía para qué?

    ¿Soberanía para qué?

    Apreciamos mucho la libertad. Cualquiera que ha visto a un niño pequeño patalear sobre el regazo de su madre que no lo deja ir sabe que el ansia de libertad la traemos muy adentro.

    En los últimos años ha cobrado notoriedad el hallazgo científico de que la acción precede a la intención: nuestro inconsciente y el resto de nuestro cuerpo actúan primero. Solo después de iniciada la acción se entera nuestra mente consciente. Para el neurocientífico, esto cuestiona la existencia del libre albedrío. Pero para usted y para mí da igual: seguimos experimentando la vida como si fuera nuestra soberana voluntad la que marca el paso. Y valoramos enormemente que así sea.

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  • ¿Quién es bueno?

    ¿Quién es bueno?

    «Era un tipo bueno: todo el dinero que consiguió como presidente se lo dio a su mamá». El chiste viejo ilustra el problema.

    Cómo saber quién es bueno y quién es malo? La inmensa mayoría de las personas resuelven la pregunta de forma normativa: dejan que alguien más les dé instrucciones explícitas acerca de lo que hacen los buenos y de lo que hacen los malos. Luego, reconocerlos es fácil: si te comportas como te digo, eres bueno. Si no haces lo que digo, eres malo.

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  • El problema del conservador

    Habiendo escogido su arbitrario pasado mejor, al conservador le toca defender ese pasado sin que existan razones objetivas.

    En Guatemala, el conservadurismo cultural resurge cada vez que hay asuntos clave de justicia por discutir. Algunos entienden muy bien que es el distractor perfecto.

    No es casual que ahora un grupo de diputados vocifere contra el matrimonio entre homosexuales y busque la penalización adicional al aborto. Ellos necesitan desviar la atención de la discusión sobre las reformas constitucionales al sistema de justicia.

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  • No temas

    «El peligro es enteramente distinto del temor» y la forma de dominar el miedo es acostumbrándose a sus causas.

    Te criaron con miedo. Miedo al otro, miedo al comunista. Miedo al ateo, miedo incluso a la religión ajena. Miedo al futuro incierto, miedo a los impuestos, miedo a la gente distinta de ti.

    Cuando naciste, tu miedo ya estaba instalado. Como especie, porque desde la antiquísima África aprendimos a qué temer: a la víbora y a la araña, que con su veneno mataban; a la gente desconocida, que al no ser pariente podía quitarnos hogar, presas y parejas. Como clase, a esos miedos arcaicos tus abuelos y bisabuelos precavidos agregaron el temor a la gente que despojaron, el temor al indio que podía alzarse machete en mano. Y para buen resguardo lo sellaron todo con el silencio, con el temor al diálogo.

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  • Juventud, sexo, datos y compasión

    Usted tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios datos. Y usted no tiene derecho a arruinar la vida del prójimo.

    La resistencia a la educación integral en sexualidad puede plantearse como asunto de datos o de opiniones, pero lo que no se excusa es la hipocresía.

    Primero, los datos, que no dejan duda.

    1. Le guste o no a usted, mucha gente tiene sexo temprano, y —especialmente para las mujeres— es mal sexo. La Primera Encuesta Nacional de Juventud (ENJU) 2011 encontró que, por cada hombre que reportó una primera relación sexual contra su voluntad, había ocho mujeres a las que les hicieron lo mismo. Uno de cada cinco jóvenes (hombres y mujeres) que tuvieron sexo la primera vez contra su voluntad tenía menos de 18 años cuando lo reportó. Lo reportan más los pobres, los del campo y los que solo fueron a la primaria. Más de la mitad de los jóvenes reportaron sexo sin protección la primera vez. Una mayoría de embarazos reportados ocurrió antes de cumplir 18 años.

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