Álvaro Arzú Irigoyen entendía lo que los micromanagers pierden de vista, eso que un capo exitoso pesca por instinto. Hay que saber delegar.
Una de las fortalezas gerenciales de Arzú era encontrar a la persona idónea para cada cargo. Como ilustra la película El irlandés, delegar bien exige tener a quien saque sin chistar la tarea completa. Baste señalar que escogió a Ricardo Quiñónez como adlátere más cercano: leal y diligente. Sobre todo, paciente. Si el tío político no hubiera muerto, sabría seguir esperando su turno.
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