Alfredo Romero es un abogado que defiende prisioneros del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Romero preside Foro Penal, una ONG con 15 años de dar asistencia jurídica y apoyo a familiares y víctimas de detención arbitraria por los gobiernos de Maduro y de Hugo Chávez. Así que conoce de cerca la represión política y ha enfrentado muchas veces a un Estado que perfecciona la detención ilegal como instrumento de control político.
Donald Trump aún no reconoce el resultado electoral. Pero la ciudadanía ha decidido y los números y la prensa constatan: Joe Biden ganó.
Biden y Harris serán los nuevos ocupantes de la Casa Blanca en enero. Casi se escucha el suspiro de alivio global: por un pelo de rana nos libramos de Trump, a leguas el peor presidente jamás de la unión del norte.
La semana pasada la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI) del Ministerio Público incautó la cantidad astronómica de Q122 millones en una casa en Antigua Guatemala. El dinero y la casa, resulta, están vinculados a funcionarios de un gobierno anterior.
A usted y a mí nos cuesta imaginar una cantidad de dinero así. No importa cómo lo veamos, Q 122 millones son mucha plata. A ojos de pobre, son el salario mínimo de más de 3,700 trabajadores agrícolas por todo un año. A ojos de no tan pobre, son 195 años enteros del salario del ministro de finanzas, la cartera mejor pagada del gabinete de gobierno actual.
Las personas nos decantamos por dos variedades. Están los que quieren hacer cosas —poner una tienda, construir un avión o pintar un cuadro— y los que nomás quieren tener riqueza.
La gente que quiere hacer algo encuentra satisfacción en producir y para eso necesita recursos. La gente que nomás busca riqueza no quiere trabajar, solo consumir.
Imagine: el Ministro de Comunicaciones y Obras Públicas se reúne con su equipo. Hay una carretera con frecuentes accidentes. Deben actuar.
Ingenieros y gerentes revisan los datos. Como en la infame curva de El Chilero, cada par de años se da un accidente y muere mucha gente. ¡Hay que hacer algo! Luego de analizar opciones la comisión recomienda: como la mayoría de heridos muere por no recibir atención a tiempo, coordinemos con el Ministerio de Salud y los bomberos para construir un hospital cerca del sitio. Así los heridos recibirán pronto cuidados de urgencia y se salvarán muchas vidas.
¿Por qué tratamos tan mal a los guardias penitenciarios? Explorar el desprecio ayuda a entender el Estado perverso que tenemos.
Los periodistas en ConCriterio preguntaban la semana pasada de dónde sale el maltrato a los guardias de prisión. Mal pagados, mal equipados y mal formados a pesar del riesgo que corren, ilustran la poca correspondencia entre tarea, recompensa y reconocimiento que damos a los empleados públicos.
La semana pasada fue ejemplar. Empezó con lavado de dinero, siguió con irrespeto a la vida y terminó con engaño.
Las noticias no podían ser más representativas. Primero Acisclo Valladares, exministro de economía y exdirector de la telefónica Tigo, fue encausado ante una corte federal en Miami. El gobierno de los EEUU lo señala de colaborar en el lavado de dinero del narcotráfico. A él la plata le servía para comprar voluntades en el Congreso y conseguir una «Ley Tigo» a la medida de su empleador. El origen lo tenía sin cuidado. Mientras tanto, Acisclo Valladares padre (nada innovadores, en nombres como en política) lo defiende en medios y redes. Poco importa que como embajador ante el Reino Unido haría bien en callar y esperar. Y Alejandro Giammattei no se da por enterado de las andanzas de su representante diplomático.
¿Debemos usar máscara para evitar la transmisión del covid-19? En los Estados Unidos —aunque no solo allí— la respuesta se ha vuelto asunto político.
Protestas, gritos y agresiones han perpetrado quienes se resisten a usar tapaboca. En Francia, incluso, murió recientemente un piloto de bus, vapuleado por pasajeros que se resistieron a seguir su indicación de ponerse la mascarilla para subir al transporte.
Comienza a llover. Los vecinos de la lotificación El Cambray II se dedican a sus asuntos. Al fin, llover es llover.
Tras varios días de precipitación, la noche del 1 de octubre de 2015 el asunto llega al límite. Saturada de agua, la tierra se afloja. El alud soterra más de 200 casas y mata a 280 personas.
La caída del muro de Berlín fue el fin de la Guerra Fría. ¿O fue más bien el fin de la modernidad?
Lo que terminó en 1989 ¿empezó en 1917 con la revolución bolchevique o en 1945 con el surgimiento del orden bipolar de la segunda posguerra mundial? Buscar patrones es una predisposición humana. Y tendemos a poner fecha y nombre a los períodos de la historia cuando sucede algo notable. Agrupar facilita manejar la complejidad de los hechos.