Tag: poder

  • De «oenegización» de la política a politización de la sociedad

    La paz confirmó el papel de las ONG como cauce para el activismo político, sin llamarlo así y sin conectarlo formalmente con el poder.

    De sobra se ha dicho que los 36 años de guerra nos callaron. La tortura, las masacres y el asesinato selectivo enseñaron que el silencio era la mayor virtud ciudadana.

    Las opciones políticas se hicieron estrechas y extremas. El que quisiera podía pervertirse y hacerse parte del régimen criminal. Podía ser cómplice silencioso, como tantos burócratas que vieron y callaron cosas terribles hechas en nombre del Estado y su seguridad. Podía creer el argumento de que solo la violencia resuelve la violencia, empuñar un arma y lanzarse al suicidio en nombre del hombre nuevo. O podía comportarse como ciudadano normal: trabajar duro, organizarse, denunciar la injusticia… y eventualmente amanecer muerto en una cuneta.

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  • Acaba el régimen, persiste el poder

    Lo que ninguno les perdona a Baldetti, Pérez Molina y su camarilla es la insolencia, más aun que el latrocinio.

    Expulsamos a Pérez Molina y declaramos muerto el régimen. Con las elecciones emprendimos su sepultura. Si en algo coincidieron tirios y troyanos fue en que más dinero ya no es igual a más votos, al menos en las peculiares circunstancias de esta campaña. Pero quedemos claros: lo que aquí se condenó fue la forma antigua de relacionarse los actores de poder —élite, clase política y ciudadanía—. Sin embargo, no caducaron los actores, mucho menos los recursos con que hacen valer sus intenciones.

    Antes de la Cicig, las reglas decían que la élite pagaba a la clase política y que esta, a su vez, recompensaba a la ciudadanía. Como cómplices, cada parte sacaba algo: la élite compraba acceso a los negocios del Estado, la clase política conseguía votos para controlar el Gobierno, y la ciudadanía recibía dádivas y (muy eventualmente) servicios.

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  • El sepelio

    Hoy que celebramos, reconozcamos que las elecciones no serán la inauguración de un nuevo gobierno. Son el sepelio de un régimen.

    Es célebre la máxima de Carl von Clausewitz, que dice que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Cuando en 1954 se cerraron los espacios a la democracia, bastaron pocos años para desatar la violencia. Entre resistencia guerrillera y represión militar, lograron nuestros padres —despojados de su dignidad y del poder de su voto— hundirnos en un charco de sangre sin fondo.

    Pensamos que la noche terminaba, cuando en 1986 regresamos a la institucionalidad democrática. Imaginamos que la luz se ampliaba con firmar la paz en 1996. ¡Cuán ingenuos fuimos! Siempre acertado, Foucault había puesto ya de cabeza a Von Clausewitz al afirmar que «la política no es sino la continuación de la guerra por otros medios». No queríamos sangre, de acuerdo. Pero de ahí a que los poderosos renunciaran a su poderío había una brecha insalvable. Nadie abandona la ventaja si no se le arranca a la fuerza.

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  • La batalla que se viene

    ¿Cómo hacer valer la voluntad ciudadana si los poderosos no la acatan excepto cuando les conviene?

    Si la protesta callejera es eficaz, ¿por qué renunció Baldetti, pero no se va Pérez Molina? Obtener resultados de esta ciudadanía activa que empezamos a practicar los guatemaltecos exige entender cómo opera sus efectos el poder. De lo contrario, jamás conseguiremos los resultados deseados.

    La semana pasada comenté sobre Baldetti, cuya renuncia ya estaba en ella desde que tomó el cargo. Solo se largó cuando el beneficio de quedarse se hizo menor que el costo de irse. Ni un minuto antes.

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  • Qué significa la renuncia de Baldetti para nosotros los ciudadanos

    El que no publique ya nos avisó que no quiere, o no puede, ser transparente. Con eso basta para saber que no merece nuestro voto.

    ¡Renunció Baldetti! Usted y yo, ciudadanos comprometidos, nos alegramos, pues el hecho evidencia la eficacia de la movilización ciudadana.

    Conviene, sin embargo, pensar un poco más acerca de lo que implica. Sí, a grandes rasgos echamos a la vicepresidenta. Pero ¿cómo funciona esto? No es que una turba la haya sacado a la fuerza de Casa Presidencial o le haya puesto un arma en la cabeza hasta que firmara la carta de renuncia. ¿Cómo se pasó del #RenunciaYa a la renuncia efectiva?

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  • La penosa necesidad de validación del «sector privado»

    En la antigüedad, la relación entre poder y riqueza era transparente. Los reyes se arrogaban el mando como derecho divino y se apropiaban del trabajo de los demás porque les tocaba.

    Con la modernidad se entrelazaron de forma nueva dos conceptos. El primero, presente desde la Grecia antigua, fue la democracia: la soberanía es del pueblo, no de un monarca arbitrario. El segundo es más nuevo, el capitalismo: la riqueza es autónoma y pertenece al que la produce. Todos ganamos al reconocer la propiedad y liberar el intercambio del yugo de un monarca expoliador.

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  • Atrapados en el juego

    Y pensar que ella podría haberse dedicado al negocio familiar, en vez de meterse en estas.

    Sentado en el auto, la espera se hace eterna. El calor y la falta de aire dentro del vehículo van aumentando la tensión. «¿Qué pasó?», pregunta la gente. Lentamente viaja el rumor por la hilera: un bloqueo en la ruta, una manifestación.

    Juan golpea irritado el timón. Se levantó a las cuatro y media, precisamente para evitar el tránsito en la carretera y cubrir a tiempo su ruta de ventas; y todo para venir a parar acá, atorado. «Desocupados», masculla mientras enciende la radio. Una mujer fresa –siempre se reconocen por el acento nasal– ya está despotricando. «¿Para qué vamos a pagar más impuestos? Si aquí lo que necesitamos es una república. Una república.» ¿De qué diablos estará hablando? Él lo que quiere es que lo dejen en paz. Exasperado, siente que no tiene ningún control sobre su vida.

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  • El techo está roto, y luego comienza a llover

    El llamado a una reforma constitucional ha sido constante durante este gobierno. Es evidente que el sistema político hace agua, y cada nueva crisis abre más las grietas.

    Hace unos días, el Presidente volvió al tema. El fracaso en la selección de magistrados dio un argumento que parece incontestable: si se repite el proceso sin cambiar normas ni actores, el resultado será el mismo. Sin cambiar la Constitución, no evitaremos la indebida manipulación del proceso.

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  • El Estado Cayalá

    El nuevo contrato social ya no es el de Rousseau, sino el trato del consumidor con el tendero. «Sírvase pasar a pagar en caja».

    Si tengo un negocio y encuentro suficientes clientes, aunque el mercado vaya mal, puedo creer que lo mío es experiencia universal. ¿De qué se quejan tanto? Si tengo empleo, la tentación es fuerte por olvidar a quienes no están tan bien. ¿Por qué protestan, por qué me tapan la calle, si debo entrar puntual al trabajo?

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  • Capitalistas tímidos

    Son los empresarios que asientan su riqueza sobre mercados modernos y capital humano quienes están perdiendo la batalla sin chistar.

    Siempre encasillamos a las personas en grandes categorías, pues nos hace más fácil la vida. «Negro» y «blanco», como etiquetas raciales, hacen poca referencia al color real de la piel de las personas catalogadas.

    Cuando Ricardo Méndez Ruiz tacha de «comunista» a todo el que no sea su cómplice, aprovecha esta tendencia simplificadora, innata en su audiencia. Pero igual sucede cuando se dice «empresario» o «la derecha»  para englobar desde gente de la Universidad Francisco Marroquín y la Cámara del Agro hasta militares retirados que hacen negocios con dinero público. Con tropos flojos construimos las claves de la defensa y el ataque político, pero hacemos un flaco servicio a la verdad.

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