Tag: ONG

  • Las ONG y el orden público

    Las ONG y el orden público

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    Primero, la versión corta. Muchos argumentos sobre la Ley de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), recién emitida por el Congreso, son espurios, maliciosos o equivocados.

    Quienes promueven la malhadada ley tienen por qué dar argumentos errados. En su universo, todo vale con tal de cerrar espacios democráticos. Pero el mal que hacen rebasa incluso su miope imaginación: hasta los que quieren bien terminan haciendo argumentos dañinos.

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  • De «oenegización» de la política a politización de la sociedad

    La paz confirmó el papel de las ONG como cauce para el activismo político, sin llamarlo así y sin conectarlo formalmente con el poder.

    De sobra se ha dicho que los 36 años de guerra nos callaron. La tortura, las masacres y el asesinato selectivo enseñaron que el silencio era la mayor virtud ciudadana.

    Las opciones políticas se hicieron estrechas y extremas. El que quisiera podía pervertirse y hacerse parte del régimen criminal. Podía ser cómplice silencioso, como tantos burócratas que vieron y callaron cosas terribles hechas en nombre del Estado y su seguridad. Podía creer el argumento de que solo la violencia resuelve la violencia, empuñar un arma y lanzarse al suicidio en nombre del hombre nuevo. O podía comportarse como ciudadano normal: trabajar duro, organizarse, denunciar la injusticia… y eventualmente amanecer muerto en una cuneta.

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  • Vividores de las oenegés y los derechos humanos

    En Guatemala se implica que dedicarse a la promoción de los derechos humanos es un esfuerzo poco meritorio. ¿A qué se debe este curioso supuesto?

    Con regularidad leemos en la prensa expresiones como la que he usado para el título. Es fácil descartarlas como epítetos vacíos, que descalifican sin dar explicación, pero vale la pena preguntarnos por qué funcionan.

    Al fin, columnistas como Zapeta o Figueroa podrían referirse a aquéllos con quienes discrepan como “vacas gordas”, o cualquier otra injuria vacía. Pero eso no surtiría efecto, no tanto por absurdo, sino por faltarle eco en la cabeza de los lectores.

    Para entender cómo operan estos insultos necesitamos escarbar qué implica su uso. Vamos por partes. Vividor decimos para referirnos a una persona que lucra sin trabajo. Vividor es el que come a costillas del esfuerzo de otros, digamos un marido haragán que se sirve del empeño de su pareja, o un empleado holgazán.

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