Como en una pesadilla zombi, pide el cuerpo llagoso respeto para su indigno titiritero.
He visto el cáncer de cerca. Más que una enfermedad, como el catarro común que escandaliza con toses y estornudos, es una presencia oscura que repta por los traspatios del cuerpo.
El cáncer es el pariente perverso que vive en la habitación del fondo. Carne de tu carne, sangre de tu sangre, apenas sale y nadie quiere nombrarlo. Pero todos saben que está allí, más que si se sentara en la poltrona de la sala o a la cabecera de la mesa.