En su más reciente libro, Yuval Harari describe el trato que subyace a la migración. Afirma Harari que el inmigrante y la sociedad que lo recibe entran en un acuerdo implícito que lleva tres pasos. Primero, el país acepta que un migrante entre en su seno. Segundo, el migrante adopta los valores de la gente que lo recibe. Tercero, pasado un tiempo, el migrante es aceptado como miembro de esa sociedad.
El problema, apunta el estudioso, es que cada paso está abierto a debate. No está claro si es obligación del país recibir al migrante o tan solo un favor. Tampoco es obvio cuánto debe el migrante ceder de su propia identidad y asimilar de la cultura local. Y es discutible cuánto tiempo es razonable esperar para ser aceptado (y sentirse) como uno de nosotros en la nueva patria. ¿Cinco años? ¿Diez? ¿Dos generaciones? Finalmente, no está definido quién decide que las partes —migrante y sociedad— han cumplido su lado del trato.
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