¿En qué cabeza cabe que darle más dinero al que ya tiene, habría de resultar en bienestar para los demás?
Salvo contadas excepciones, los de arriba han demostrado que nunca, bajo ninguna circunstancia y para nada, habrán de poner voluntariamente su parte en el bien nacional.
Casi no podía creerlo. El Miércoles Santo, como mosca en medio del almíbar de mi torreja, la noticia en elPeriódico: “Nuevos incentivos para atraer inversión”. La formula secreta que devela el presidente Pérez Molina es el mismo remedio de merolico de siempre: exenciones fiscales a las empresas. Poco más de un mes duró el alegrón de burro de la “reforma fiscal”, que correctamente nos recetó a la clase media alta y profesional pagar más, y a la clase alta un poquito más. Ahora se apura el gobierno a borrar con el codo lo que escribió con la mano, y devolver a los de arriba el “préstamo” que le hicieron a cambio de no resistir esa reforma.
Son maliciosos los argumentos de los representantes empresariales, pero razonables: ellos están en el negocio de ganar dinero, así sea arrebatándolo del Estado y del resto de la sociedad, so excusa de la creación de oportunidades. Sin embargo, el caso del gobernante es más embarazoso. Aunque pueda sorprenderle al señor Presidente, su obligación está con la ciudadanía, no con sus financistas de campaña. Si realmente quiere crear empleo e incrementar la productividad, hay acciones de probada eficacia, y que son permanentes. Eficaz impulso a la producción es dar una educación secundaria y universitaria de calidad a todos los jóvenes, no solo a algunos. Otro tanto ocurre con invertir en cursos y carreras con un claro vínculo al mundo del trabajo, que lleven de la secundaria a la universidad y luego al empleo, no a los callejones sin salida de un “bachillerato en aviación” o de la güisachería sin título.
Si el Presidente realmente quiere invertir en el empleo y en aumentar la productividad, en vez de tirar millones de quetzales al retrete en exenciones fiscales, bien haría en cobrar los impuestos e invertir esa misma cantidad en programas de pasantía para jóvenes que comienzan la vida laboral, o en becas y préstamos educativos para que completen carreras técnicas universitarias los que hoy abandonan luego de la secundaria. Podría invertir en créditos para el emprendedurismo o la pequeña empresa, o en la búsqueda de mercados para los productos nacionales. Lo que la industria necesita no es dinero gratis, sino empleados competentes y capital de trabajo. El dinero gratis lo quieren los industriales, pero eso es otra cosa, y su nombre no es bonito.
Me pregunto dónde estarán en este entuerto los mejores representantes de la clase media profesional en este gobierno, como Fernando Carrera, Miguel Gutiérrez, el propio ministro Centeno, que bien saben de políticas económicas y desarrollo. Me pregunto si la clase media –los asalariados y profesionales que ahora van a pagar más y no recibirán exenciones fiscales dizque para aumentar el Producto Interno Bruto– seguirá siendo la clase pusilánime que ve la cosa como que no es con ella, a pesar de que tendrá que pagar la cuenta de semejante extravío.
Así que, ahora que volvemos renovados de la Semana Santa, lo invito a decir con energía: yo pongo mi parte, tú pon la tuya. No a las exenciones fiscales.