Tag: Guatemala

  • Ejército de inútiles

    El inútil no necesita servir, solo justificar su existencia.

    Inútil es aquello que no sirve. Inútil es también aquello que no sirve para el propósito al que se le dedica.

    En Guatemala, decimos inútil también para referirnos a una persona torpe, buena-para-nada, vividora o perezosa: “la pobre Juana tiene un esposo que es un inútil”. Pues bien, tenemos entre nosotros a un ejército de inútiles.

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  • Para un oligarca

    Basta apenas ir con los gringos a pedir visa para encontrar los límites de tu burbuja.
    A veces pienso que con escribir estoy nomás cortando varas. Mientras tanto tú actúas, dando palo a todo el que pide justicia, al que pide un trocito apenas de pobreza con dignidad, ni siquiera más.

    Chapines no somos solo tú y yo, que tomamos por sentados el agua, la luz, la escuela y la calle asfaltada. Ciudadano distinguido no eres tú, el de cuna de plata, blanco de tez, que en pleno siglo 21 aún no te has enterado que vives en una Guatemala morena. Tú y yo somos apenas usurpadores, que más temprano o más tarde descubriremos que nuestra prosperidad, peor aún nuestra certeza, eran prestadas. ¿Acaso quieres terminar como los generalitos, pobres diablos, clamando por una justicia que no supieron dar? Hasta el cielo pareciera negarles el sol por su obcecación.

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  • El pacto que faltó (IV): educación bilingüe

    Negar la necesidad cultural y política de la educación bilingüe solo cabe en una mentalidad excluyente, cuando no abiertamente racista y cobarde, que teme más a los retos del multilingüismo que a los beneficios de la unidad y la equidad.
    Partamos de un hecho básico: la ciencia ha mostrado ya contundentemente que los niños aprenden a leer y escribir más rápido, fácil y eficazmente, si se les enseñan las primeras letras en su idioma materno.

    La lectura y la escritura no son habilidades naturales al cerebro humano, y toma mucho esfuerzo adquirirlas. Cuando la lectura y la escritura parten del conocimiento que el niño ya tiene de su idioma hablado, la tarea se facilita considerablemente.

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  • El pacto que faltó (III): ¿qué significa calidad educativa?

    Cuando una ministra dice “daremos una educación de calidad”, se plantea un reto: enseñaremos a nuestros maestros y maestras a enseñar.

    Los que fuimos a la escuela tenemos experiencia directa de la calidad educativa. Recordamos con admiración a algunos que cambiaron nuestra vida.

    El profesor de sociales que nos ayudó a entender la historia; la maestra de idioma que nos enamoró de los libros; el de deporte que nos llevó a lograr metas no soñadas. Pero, ¿qué fue lo que hicieron para conseguir tales resultados? ¿Cómo lograron meterse en nuestra cabeza y cambiar eficazmente nuestra conducta, actitudes y valores?

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  • El pacto que faltó (II): cerrar brechas territoriales en educación

    Toca al gobierno central fijar la prioridad para todos: cerrar las brechas de inequidad territorial en educación.

    Ponga atención, porque esto es importante: sin al menos diez años de educación para todos y cada uno de los guatemaltecos, no saldrán los pobres de la pobreza; pero tampoco saldremos de la miseria usted, yo, los Castillo ni los Widman.

    Sin embargo, la educación para todos no se logra por decreto y de un plumazo. Necesita el esfuerzo persistente, y a pequeña escala, a lo ancho del país. Exige un pacto extenso que comprometa de manera específica y local a todos: funcionarios departamentales del Ministerio de Educación, municipalidad (sí, también la de la capital), líderes comunitarios, maestras y maestros, padres de familia y los propios estudiantes.

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  • El pacto que faltó: la educación

    Para ser eficaces en educación es indispensable movilizar el compromiso y los esfuerzos de mucha gente, por todo el país y a todo nivel.

    La educación no se presta a soluciones de corto plazo. Es posible construir una escuela en tres meses y dotarla de libros en una semana. Sin embargo, asegurar que los niños y niñas tengan los conocimientos necesarios para una vida exitosa y feliz toma al menos una década.

    Por diez largos años, los estudiantes deben ir a clases al menos 180 días cada año, trabajar atentamente en clase al menos cinco horas cada día, recibir orientación y sistemáticamente agregar conocimiento nuevo al conocimiento previo. Todos los que hemos tenido el privilegio de una educación sabemos que no es fácil y no hay atajos. Toma mucho tiempo y mucho esfuerzo.

    Tres elementos resultan claves para lograr resultados. Primero lo obvio: que los estudiantes estén en una escuela segura y agradable. Esto es asunto de eliminar barreras: la distancia, el peligro, la desconfianza de los padres, el uso de un idioma ajeno, la falta de sanitarios decentes, todos son factores que pueden estorbar. De quién es el edificio, eso es secundario; lo importante es que sirva, se use y se mantenga.

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  • La larga sombra

    ¡Hazte a un lado, quítate del sol, deja de estorbar!

    Vivimos los ricos y la clase media, criollos y mestizos, bajo una sombra densa y fría, que nos hace un pueblo miedoso. Tememos al cambio, tememos al indio, tememos al de la piel morena, tememos al otro.

    Vivimos bajo una sombra densa, fría, que nos avergüenza. Vergüenza de un ejército de comandantes traicioneros, que hace 60 años abandonaron a su hermano esclarecido, a su mejor oficial, a su presidente, a su comandante en jefe. Vergüenza de guardianes que mataron en vez de proteger, vergüenza que el tintineo de las medallas no calla.

    Vivimos bajo una sombra densa, fría, egoísta. Egoísmo de perro del hortelano, sentado entre el forraje, solo él quiere comer. Agobiados con que el pastel no alcance cuando haya más comensales, pero faltos de imaginación para ver que el pastel crece cuando hay más pasteleros. Egoísmo de pensar que la única forma de hacer plata es explotando a otro.

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  • Necesitamos señales creíbles de cambio

    Escéptico yo, tendré que ver cosas más concretas, un Presidente y un partido que hacen las cosas que cuestan.

    En la sabana africana, los machos de las gacelas se acercan peligrosamente a los leones, y brincan frente a ellos, retándolos. Con ello demuestran que están en buena condición física y que son partido idóneo para las hembras. De paso avisan al león que no vale la pena perseguirlos. Sólo los que van en serio se pueden dar el lujo de hacer alarde, pues si el león se levanta, tocará correr.

    El ejemplo ilustra lo que han sabido los biólogos por algún tiempo: las señales sólo son creíbles si son costosas. Igual en los asuntos de Estado: para ser creíbles, hay que hacer cosas que cuestan, pues como se suele decir, hablar es fácil.

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  • Salir de la injusticia con pies alados

    Este héroe no apelará al linaje para explicar la obviedad de su triunfo; ni el color de su tez da razones tontas para justificar la necesidad de su logro.
    Descomunal logro del marchista de la aldea Chiyuc, que se coló entre tres atletas chinos, que parecían destinados a llevarse el oro, la plata y el bronce.Un hijo de pueblo, que no se dio por enterado cuando dijeron que el triunfo no era para él.

    Descaradamente me cuelgo de los pies alados de Erick Barrondo, cuando aún no se me pasa la alegría de ver al primer guatemalteco que gana una medalla olímpica, tras sesenta años de intentos, tras quince olimpiadas fallidas. Nadie podrá jamás quitar la victoria al atleta. Sin embargo es probable que el alegrón de multitud, que usted y yo sentimos, quede olvidado tan rápido como venga la siguiente crisis nacional. Por ello, urge aprender.

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  • Seis cuadras a pie en la Zona Viva

    De tanto no ver, de tanto no dejarnos ver, hemos aprendido a ser ciegos.
    Terminé la reunión de trabajo y decidí caminar las seis cuadras a la siguiente cita. Iba concentrado en mis asuntos, en las tareas del día, con la marcha en piloto automático.
    No sé por qué, pero en algún momento abrí los ojos. No los de afuera, sino los que conectan con la mente, y comencé a procesar lo que pasaba a mi alrededor. Esto fue lo que vi.

    Un hombre mayor caminaba agachado, cargando una mochila llena. Sus sandalias hacían contraste con las losas de piedra verde y brillante que, en un arranque de embellecimiento preferencial, colocó la Municipalidad en algunas aceras de la Zona Viva. Junto a sus rasgos indígenas, me hicieron pensar que la mochila era la versión moderna y urbana del mecapal, nomás que con el peso sobre los hombros. La lentitud de su paso y el aspecto ajado de su piel hablaban de una vida de trabajo duro.

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