Es por ello que los más ruines se empeñan tanto en ofuscar los procesos, pues les interesa menos la justicia que mantener la arbitrariedad.
No sorprende que la hija de un ex-gobernante defienda con uñas y dientes la causa de su padre enjuiciado. Será un poco raro referirse a él en tercera persona, pero más raro sería no mover cielo y tierra para ayudarle en su momento oscuro.
Tampoco extraña que un ex-funcionario justifique su régimen, cuando siente en la nuca el resuello de la justicia que alcanza a algún compañero de gestión. Nadie quiere pensar que la humedad y el mal olor de una cárcel pudieran ser apenas la mejor parte de su ancianidad. Más vale un rato colorado, diciendo sinvergüenzadas por la prensa, que cien meses negros en Pavón.