Tag: Guatemala

  • Dignidad

    Cuando los ciudadanos agachamos la cabeza y aceptamos los desmanes —en el Estado, en la universidad o desde la religión—, igualmente evadimos la responsabilidad de ser agentes de una vida digna.

    En la conferencia de prensa, el presidente esquiva responder quién pagará la cuenta del hotel: «No tengo por qué dar declaraciones sobre eso». Ufano, dice que fue «un arreglo privado».

    El vicepresidente explica: «Yo, como médico, incluso de forma personal, he consumido medicamentos que están vencidos».

    De golpe, 11 diputados cambian de partido. Como parvada alborotada se apuran antes de que valgan las reformas para frenar el transfuguismo. El partido oficial recibe a 8 y el presidente se contradice. Que representa la unidad nacional, dice, mientras su partido corea que lo hicieron «por el bien de la nación».

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  • Paaadrenuestro questás en los cielos

    Esta insistencia en los símbolos en la proclama del rito patriótico representa un nuevo y tóxico padrenuestro de evasión.

    De joven fui bastante religioso. Me gustaba el rito católico, que en latín, dorado e incienso empaca con elegancia un par de milenios.

    Criado en el hogar de un católico sin misa y de una agnóstica, me resulta obvio ahora que la rebeldía adolescente saliera por el conservadurismo espiritual. A las preguntas existenciales que nos planteamos de chicos agregue la culpa, que tan eficazmente aprovecha la Iglesia en camino a captar adeptos.

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  • Quitar el callo moral

    Esos que salen a la calle a sonar tambores, los que se juntan en la plaza y los que insistimos en señalar debilidades no somos vagos ni leninistas, resentidos o terroristas. Apenas rascamos la costra.

    El televisor en la sala de espera pasa la noticia sobre el destape de los salarios descomunales del personal administrativo en el Congreso. Una mujer conversa con la recepcionista del lugar. Con desparpajo cuenta que está entre quienes reciben esos salarios exagerados.

    No solo es una empleada fantasma, agrega, sino que el dinero no es para ella. De lo cobrado, la mayoría va a parar, mes a mes, al bolsillo del diputado que la colocó. Está indignada, dice. No por ser parte de una maniobra ilegal, sino por el injusto trato del diputado.

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  • ¿Le debemos algo los ciudadanos al presidente Jimmy Morales?

    Si los ciudadanos hemos de levantar la mano para jurar y deber algo, no será al presidente Morales, sino que a nuestra propia responsabilidad de vigilancia.

    Ante el título, primero la respuesta corta: no. Y así bastaría, salvo que defrauda a los lectores y decepciona a los editores. Así que a trabajar un poco más para explicarme.

    Algunos comentaristas insinúan que la ciudadanía le debe cierta libertad de acción a Morales. Primero, por razones políticas y prácticas habrá quien pida compás de espera, aunque ya nadie hable de 100 días para el nuevo gobierno. El mismo Morales implica este argumento en su discurso inaugural, centrado en esperanzas más que en propuestas, así no lo haga explícito. Eso es pedir la confianza de que, aunque no sepa cómo resolver los grandes retos del Estado, encontrará o al menos buscará una solución.

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  • Año maravilloso

    Ser guatemalteco es fácil: basta nacer aquí, estar puesto en un pedazo de tierra. Este año descubrimos también que la ciudadanía no es un documento, sino una convicción, una osadía, una práctica diaria.

    Este no fue un año como los demás. Este año echamos un presidente a la calle.

    Este año salimos, clasemedieros timoratos y conservadores, a protestar a la plaza. Por igual, amas de casa y campesinos de piel quemada reconocimos que sin protesta no hay progreso.

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  • ¿Un conservador atrevido?

    El conservador atrevido salta sin red, pues entiende que si no lo hace nunca será creíble, nunca será digno de confianza.

    Hace un año publiqué un ensayo en la revista Nueva Sociedad sobre las nuevas derechas en Guatemala. Entre estas destacaba una que llamé los reformistas tímidos: hijos de la élite que quieren algo mejor, que saben que les conviene cambiar, pero que no se atreven a romper abiertamente con la tradición oligárquica.

    Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente. Abril marcó un parteaguas. La ciudadanía perdió miedo y se deshizo de un presidente y de una vicepresidenta corruptos, casi un centenar de exfuncionarios y hasta algunos empresarios enfrentan a la justicia y fue electo un outsider ¿cándido? como siguiente mandatario. Desde las aduanas, la ola de anticorrupción que desató la Cicig se expande a los servicios de salud e incluso amenaza con mojar los pies del inexpugnableliderazgo empresarial.

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  • Diálogo entre don Avarino Cacifón y el administrador de su fábrica de tortillas

    Cualquier emprendedor lo sabe: primero se invierte, luego se produce y finalmente se gana. Estos, en cambio, lo quieren al revés.

    Parado en la esquina del mercado, mientras esperaba el bus, era imposible no escuchar la conversación. El hombrecito moreno pedía con insistencia, y el otro, un tipo gordo y rosado, iba levantando cada vez más la voz.

    Don Avarino, fíjese que necesito más plata pa’ la fábrica de tortillas, que la cosa no está caminando, usté.

    —¿Cómo así que no está caminando?

    —Pues sí. Fíjese que no está saliendo la cantidad de tortillas que necesitamos.

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  • Administramos miseria

    No confundamos la infamia del ladrón con la miseria del pobre, con la miseria de nuestro Estado de pobres.

    El clasemediero vive en el dilema. Puede tenerlo todo, pero no todo a la vez. Aprende a ser frugal, pero las opciones son buenas: ir al cine o salir a cenar, tomar vacaciones o ahorrar para el carro nuevo.

    El dilema del pobre es malo. Tener algo, por poco que sea, siempre exige renunciar a otra necesidad básica. Si come, no tiene para vestir. Si consigue para el techo, sacrifica la comida y el vestido.

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  • El Parlamento ciudadano

    Para los antiguos beneficiarios, ahora todo debe volver a su cauce. Pero las reglas cambiaron, y los ciudadanos ya no hacemos caso a su juego perverso. Hoy urge revisar nuestro quehacer.

    Los Congresos en las democracias modernas tienen tres funciones: representar a la ciudadanía, formular leyes y vigilar a los otros organismos, en particular al Ejecutivo.

    Sin embargo, sobra evidencia de que nuestro Congreso no representa a la ciudadanía, sino apenas a un muy estrecho grupo: la clase política misma y sus financiadores. La función legisladora también quedó descartada. Líder no tuvo empacho en usar interpelaciones espurias para descarrilar la agenda legislativa, un truco aprendido del PP en tiempos de Colom. Y salvo destacadas excepciones, hace rato que el Congreso abdicó de su responsabilidad fiscalizadora y se convirtió en vulgar amanuense del Ejecutivo. Abandonar a Pérez Molina no fue independencia política, sino desesperación de diputados que buscaban salvar el pellejo ante la amenaza a su reelección.

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  • Por qué escribo: pensar la ciudadanía clasemediera

    Rara vez los clasemedieros llevamos la voz cantante. No gozamos de las certezas que dan el dinero y la pobreza, y nuestro cómodo pero precario bienestar nos hace parcos para alterar lo que ya camina, aunque camine mal.

    Hay de todo entre quienes tenemos el privilegio y la responsabilidad de escribir una columna en alguno de los medios nacionales. En un extremo están los que consiguen información en primicia y, además, la analizan con precisión y pertinencia.

    Son los periodistas profesionales que además forman opinión. Y son los menos. Cuento entre ellos, por ejemplo, a Gustavo Berganza, a Juan Luis Font, a Martín Rodríguez, a Phillip Chicola. Ponen los mojones de la opinión pública creíble.

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