No se trata de criticar por criticar, o de señalar de manera infundada a una élite.
Somos los humanos una especie competitiva. Tenemos un apetito insaciable por ganar, por alcanzar la primacía en la guerra, el deporte o el arte.
Con la copa Champions recién conquistada, el tema cobra visibilidad hasta para los menos interesados en el fútbol. Todos aplauden al equipo que una vez más se lleva el trofeo, y pronto olvidarán a los perdedores. El asunto no es banal: aunque se le llame juego, lo tenemos metido en los genes. Los machos alfa y las matriarcas se aparean más, tienen más hijos, se apropian de más riqueza, dejan más herencia.