Los que sí deben poner barbas en remojo son sus elitistas promotores, que antes apostaban con éxito a lo que ahora apenas funciona.
Ha llegado el momento en el ciclo político, cuando vemos que lo no hecho ya nunca pasará. Lejos ha quedado el triunfalismo del discurso inaugural, y algunas promesas demostraron ser simples ilusiones infundadas.
En una nota brillante, Gustavo Berganza recién detalló cómo el gobierno ha dejado sin cumplir hasta sus más visibles ofertas, y se desmorona como una espumilla. Los ciudadanos, curtidos en el cinismo, podríamos preguntar, ¿y esto qué tiene de novedad? En dos décadas hemos visto instalarse la falsedad como norma de campaña, con candidatos que ofrecen cualquier cosa sin la mínima intención de cumplir.