Tag: Estados Unidos

  • ¿Soberanía para qué?

    ¿Soberanía para qué?

    Apreciamos mucho la libertad. Cualquiera que ha visto a un niño pequeño patalear sobre el regazo de su madre que no lo deja ir sabe que el ansia de libertad la traemos muy adentro.

    En los últimos años ha cobrado notoriedad el hallazgo científico de que la acción precede a la intención: nuestro inconsciente y el resto de nuestro cuerpo actúan primero. Solo después de iniciada la acción se entera nuestra mente consciente. Para el neurocientífico, esto cuestiona la existencia del libre albedrío. Pero para usted y para mí da igual: seguimos experimentando la vida como si fuera nuestra soberana voluntad la que marca el paso. Y valoramos enormemente que así sea.

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  • Cómo ganar amigos e influir en los demás (o de idiotas e «idiots»)

    La semana pasada nos dejó dos noticias que ilustran —para mal— la relación de los Estados Unidos con Guatemala. La primera es conocida y específica. La segunda, oscura, pero de alcance general y nos afecta también.

    La noticia de la que todos nos enteramos fue la torpeza de tres diputados y de un amigo del presidente al contratar una empresa de cabildeo —lobby, dicen en inglés— posiblemente para influir sobre congresistas estadounidenses y procurar el retiro del embajador de ese país, Todd Robinson. La desesperación lleva al error, y el diputado Linares Beltranena —generalmente tan sagaz como malintencionado— y sus compañeros tropezaron mal. Buena seña para quienes queremos una Guatemala más justa, pues sugiere que la presión sí afecta a los pícaros.

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  • Idiotez global

    El torpe de la Casa Blanca y sus asesores viven en un grosero universo de suma cero, donde la cooperación no es parte del juego.

    Usted con razón se preocupa por la reforma de justicia en Guatemala. O tal vez por los efectos que puede tener un loro sobre el servicio eléctrico. Es que lo local es urgente.

    Cuando algo falla en el entorno inmediato, nos enteramos enseguida y la reacción no se hace esperar. Pero hay que poner atención a lo global, donde los asuntos pueden ser más importantes que urgentes. Donde las consecuencias tardan más en llegar, pero suelen ser mayores.

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  • Por qué Trump solo sirve a Trump

    Su bronca con refugiados e inmigrantes indocumentados no es personal, sino cruelmente eficiente.

    Dale con Trump. Pero es que el asunto nos afecta más de lo que usted cree. Sin embargo, debo explicarme para seguir robando su tiempo de lectura.

    Partamos del antecedente. Brevemente, el tema de fondo es que el capitalismo contemporáneo hace agua: la economía global no crece lo suficiente. No hace falta Wolfgang Streeck para afirmarlo. Lo reconoce hasta el club de ricos del Foro Económico Mundial. No solo la explosión de tecnología informática sustituye cada vez más empleos, sino que su costo marginal casi nulo plantea retos a la acumulación por lo fácil que resulta copiar las innovaciones. Se dilapida la naturaleza porque todos queremos energía y cosas baratas, a la vez que en nuestro globo interconectado se acaban los espacios de nueva explotación natural y comercial. Como tapa del pomo, se paga todo con dudoso dinero fiduciario y el poder de los banqueros hace que nadie pueda cuestionarlos.

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  • La eficaz tarea de la destrucción

    El mandatario del norte se ha montado en un río de desorden y ahora navega feliz río abajo: miren cuán rápido voy.

    Terminan diez días de resultados en la Casa Blanca. Una ola de órdenes ejecutivas comienza a concretar sin ambigüedad algunas de las principales ofertas de campaña del nuevo presidente de los Estados Unidos.

    Plumazo tras plumazo, el mandatario estadounidense afirma su voluntad: se acabará la reforma al financiamiento de la salud de Obamacare, se echará a los funcionarios incluso mínimamente críticos, se construirá el muro en la frontera con México, se detendrá la migración a los Estados Unidos de toda persona de siete países musulmanes. Sin distingo de causas y circunstancias. Y así sigue: donde pone el ojo pone la bala. O al menos, por el momento, pone la firma.

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  • América nunca fue grande

    El problema, claro está, es que los Estados no son hogares, sino instrumentos prácticos, máquinas que hacen cosas para los poderosos.

    La Navidad trae de todo. Entre otras cosas, esta me dejó razón para la primera columna del año.

    Empezó con una foto en Prensa Libre: una manifestante promigrantes en los Estados Unidos levanta un cartel que dice: «America Was Never Great» (América nunca fue grande). En Twitter, un conocido de Internet, analista político y comentarista público en Guatemala reacciona: «La primera que deben deportar es la ingrata con el rótulo que dice “America Was Never Great”». Dio para armar un tuit-debate.

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  • La migración como problema

    Mientras los más pobres resultan migrantes a secas, los migrantes más ricos nos hacemos llamar expatriados.

    Me dejó pensando la funcionaria estadounidense. Hablando en Guatemala a unos representantes de organizaciones de desarrollo, repetía una y otra vez: el problema de la migración es hoy motivo importante para la cooperación de su país con las organizaciones de desarrollo.

    Como excusa para colaborar es impecable. Además, es la política exterior estadounidense del momento, que al fin es lo que paga el sueldo de la funcionaria. Lamentablemente, como premisa para actuar, no digamos ya para conseguir resultados, es un error: el problema no es la migración.

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  • Protectorado

    Aquí hay un protectorado informal, centrado en el gobierno de Jimmy Morales

    Resultó cierto, como se decía antes de las elecciones, que la campaña de Morales carecía de plan de gobierno. Lo hecho —tanto lo bueno como lo malo— parece más fruto de la iniciativa de cada ministro que resultado de una intención global.

    Para los actores más poderosos esto no es problema. ¿Para qué se necesita un plan de gobierno cuando la responsabilidad es táctica? En efecto, aquí hay un protectorado informal, centrado en el gobierno de Jimmy Morales. Vivimos hoy en un «Estado, […] gobierno o territorio que es protegido diplomática o militarmente por un Estado o una entidad internacional más fuerte. A cambio de protección, el protectorado ha aceptado obligaciones […], que varían dependiendo de la naturaleza real de la relación entre ambas entidades».

    Los términos de este protectorado informal, por el lado del haber, los pone la Cicig: mejorar el sistema de justicia y perseguir la corrupción. Por el lado del debe también están claros, nunca más que en la reciente felicitación de la Embajada de Estados Unidos al presidente Morales.

    El lugarteniente del protectorado tiene una sola función, que es operativa: administrar el protectorado a favor del protector. Lo suyo no es la iniciativa, sino asegurar que las cosas caminen sin sobresaltos. Vale por eso revisar el comunicado de la misión diplomática, centrado en tres puntos: la persecución narcomigratoria y criminal que hoy obsesiona a los Estados Unidos en Centroamérica, la garantía de condiciones para la inversión empresarial extranjera y, para ello, el fortalecimiento de la recaudación y del gasto administrativo público.

    En materia de crimen, narco y migración, el comunicado diplomático alude a cuatro avances, escasamente asociados a este gobierno. El primero es la reducción del crimen, que, supongo, se refiere a la visible reducción de los homicidios en los últimos ocho años. Y vaya usted a saber si en efecto la criminalidad general ha bajado. El segundo es el progreso en ¡su propio Plan de la Alianza para la Prosperidad! El tercero es el procesamiento en tribunales de criminales de alta importancia. Yo, en mi ingenuidad, pensaba que los tribunales eran entidades del Organismo Judicial, no del Ejecutivo. El cuarto son las mejoras en seguridad y protección en el aeropuerto. Caben en un cuarto pequeño —tal vez en un baño mediano— los guatemaltecos a los que les afecta este asunto.

    El punto de agenda de inversión extranjera lo centra el comunicado en dos «logros». El primero es la calificación de crédito del país, factor de indudable visibilidad global, pero que, como ya dejó clara la debacle financiera del 2008, dice más de las expectativas de los inversionistas que de mejoras reales en la economía. El segundo apunta a la resolución de casos laborales ante la OIT y en el marco del DR-Cafta, un mecanismo que tiene todo que ver con comercio internacional y solo accidentalmente con el bienestar del trabajador, por la insistencia de algunos legisladores estadounidenses.

    El plato fuerte, con las más claras implicaciones internas, es el impositivo. Aquí la embajada llama la atención, primero, sobre la recuperación de los ingresos. Pero no se confunda: apenas corremos para quedarnos en el mismo lugar, que el tema es nada más recuperar lo que ya había y que Pérez Molina malbarató. Cuando toque ampliar los tributos y empiece otra vez el debate entre que paguen más los que más tenemos o que mejor paguen los que hoy no tributan, allí se verá la fuerza del valiente. Agrega en segundo lugar la mejora en el gasto administrativo (léase austeridad). Cuénteme algo que no haya visto siempre en los primeros seis meses de cada desafortunado gobierno en este reino de lo circular.

    Termina el comunicado con un postre y un digestivo. Primero, el dulce, el tratamiento del agua del lago de Amatitlán, que no porque Baldetti lo haya convertido en circo de negocios turbios debería ser asunto de estatura presidencial. Segundo, un amargo, el halago a la usurpación de funciones que practica el Ejército al construir carreteras y dotar escuelas con mobiliario. Un amargo tenebroso que, en el menor de los casos, remite al interés de Estados Unidos por mantener al Ejército como mandadero en la malhadada guerra contra las drogas y, en el peor, recuerda el interés persistente de algunos en ese país por reactivar el apoyo en equipo bélico a las fuerzas armadas.

    Entonces, todo el comunicado pudo plantearse en clave bíblica, como una parábola perversa que resume hasta aquí la gestión de Morales: «Siervo bueno y fiel, porque fuiste fiel en lo poco, te dejaré sobre lo poco».

    Original en Plaza Pública

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