Vive la gallina sin ver quién le roba del nido cada huevo que pone y sin entender por qué. Y luego va y pone otro igual. Come, pone, duerme. Come, pone, duerme. Hasta que un día ya no pone tantos huevos y le tuercen el pescuezo.
Vive el gallo muy ufano. Se levanta muy temprano y canta: «En este gallinero mando yo». No pregunta adónde van las gallinas que desaparecen y agradece las que llegan. Ha de ser que las merece.
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