Al no contar a los estudiantes por indígenas ya les dimos otra vez la lección: que callen su identidad porque no hace falta tomarla en cuenta, porque no cuenta. Y cuando callan (que tontos no son) nos dan la razón: no hace falta contarlos.
Viendo lo que pasó en Sepur Zarco, es grande la tentación de consignar el problema al cajón de otros. Otras fueron las víctimas, otros los victimarios.
¿Cómo llegamos a un lugar tan horrible, donde la violación repetida es vista como hacer patria y el juicio al responsable resistido hasta por la gente buena? No basta pensar que esos extremos de crueldad son el problema.