Tag: élite

  • ¿A quién le quedó mal Otto Pérez Molina?

    Los que sí deben poner barbas en remojo son sus elitistas promotores, que antes apostaban con éxito a lo que ahora apenas funciona.

    Ha llegado el momento en el ciclo político, cuando vemos que lo no hecho ya nunca pasará. Lejos ha quedado el triunfalismo del discurso inaugural, y algunas promesas demostraron ser simples ilusiones infundadas.

    En una nota brillante, Gustavo Berganza recién detalló cómo el gobierno ha dejado sin cumplir hasta sus más visibles ofertas, y se desmorona como una espumilla. Los ciudadanos, curtidos en el cinismo, podríamos preguntar, ¿y esto qué tiene de novedad? En dos décadas hemos visto instalarse la falsedad como norma de campaña, con candidatos que ofrecen cualquier cosa sin la mínima intención de cumplir.

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  • Responsables

    Lo que busco es que entendamos que, queriendo quitar obstáculos al desarrollo, podemos caer en perseguir fantoches y fantasmas

    Bien dicen que no hay que escupir al cielo. Más pronto que tarde, lo que hagamos nos regresará y lo lamentaremos.

    Hace algunos meses, un columnista regular de Prensa Libre, conocido por su postura anti cooperación internacional, arremetió contra el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por recomendar impuestos y deuda para incrementar la capacidad de acción del Estado guatemalteco. “Irresponsable”, fue el calificativo que le endosó, aclarando que este término se refiere “a quien no se puede exigir responsabilidad o que adopta decisiones importantes sin la debida meditación”.

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  • Inclusión y extracción: una teoría pertinente

    En una sociedad inclusiva, se restringe el poder de la élite por el balance de intereses entre sus facciones, o por una alianza social más amplia.

    Genial chanza la de Quique Godoy esta semana: “Guatemala funciona con el hardware de la democracia, el software del autoritarismo y el virus del clientelismo popular y empresarial”.

    Las ideas de Daron Acemoglu y James Robinson ayudan a entender esa peculiar combinación, que reúne formas electorales con contenidos oligárquicos y prácticas manipuladoras. Su ya popular “Por qué fracasan los países” hace una apuesta institucionalista para explicar por qué algunas naciones son ricas y otras pobres. Vale la pena recapitular sus argumentos.

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  • El analista indignado se baña en el río de Heráclito

    No basta si tuvieron razón en su momento, ni siquiera si siguen teniendo razón. El problema es que hoy otros ya no piensan igual, y toca convenir.

    “La política es el arte de lo posible”, dijo Bismark hace siglo y medio, y sigue siendo cierto. Estando dispuestos a ceder podemos conseguir cualquier cosa.

    En democracia sirve de poco tener razón, si no se logran acuerdos. No es concordar en todo, pero sí conseguir mínimos comunes para la acción colectiva. La firma de la Paz es ejemplo. Cada parte cedió algo para conseguir el resultado común. Sin embargo, tuvo un resultado incompleto. Un trato parcial firmado entre algunos, sobre algunas cosas e implementado a medias. ¿Sirvió? ¡En parte!

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  • Una imaginación agotada

    Al encumbrado G-8 debiera preocuparle la incapacidad de sus adláteres para incorporar la Guatemala que hay a la Guatemala que necesitan.

    Imaginación y poder son ambos necesarios para cambiar. La imaginación inventa lo que hemos de buscar y el poder lo consigue.

    En el poder no somos iguales, pues mientras el pobre quiere, es el rico quien puede. Sólo en una revolución de masas se manifiesta el poder entre los pobres: cada uno pone su poquito y el resultado es imperioso. Pero impredecible. En tiempos ordinarios, el poder lo tienen las élites, que controlan los recursos para convertir voluntad en hechos.

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  • Élites sí, elitistas no

    En una democracia madura, la riqueza no es fuente de derecho. Más aún, en un marco ético progresista, la riqueza es causal de responsabilidad.

    Atribuye el Nuevo Testamento a Jesús palabras que dicen que “a los pobres siempre los tendréis con vosotros” (Juan 12:8). Lo que la cita no dice pero insinúa, es que a los ricos también los tendremos siempre con nosotros.

    Esta observación obvia esconde la peculiar dinámica que subyace a cualquier economía: tener recursos hace más fácil obtener más riqueza, y su ausencia lo dificulta. Por ello, la distribución de la riqueza en la sociedad tiende a estabilizarse de forma que unos pocos tienen mucho, y muchos otros tienen solo poco. Esto tiene implicaciones importantes al considerar las necesidades de redistribución, pero dejemos este punto a un lado, aunque sea importante.

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