Tag: economía

  • Clase media: definiciones e insultos

    Una economía excluyente que no crece, una sociedad fragmentada y la escasa oferta cultural, han redundado en una clase media precaria, desconfiada y de imaginación estrecha.

    Recientemente la BBC y seis universidades del Reino Unido publicaron la Encuesta Británica de las Clases, que describe cómo se divide por estamentos dicha sociedad. Algo podremos aprender.

    Para hacer su clasificación, los investigadores examinaron tres tipos de capital. El capital económico se refiere al volumen de dinero y recursos materiales de las personas. Bajo este criterio, el más usual, la clase media en Guatemala tiene problemas.

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  • Mañosos, y encima llorones

    Tenemos entre manos una patronal tan ineficiente que no puede sobrevivir sin depauperar al Estado, o tan voraz que ni siquiera en medio de la bonanza puede dar algo al bien común.
    Vuelven los de siempre a lo de siempre. En 2012, gozando aún del privilegio de la novedad, el gobierno logró pasar una modesta pero necesaria reforma fiscal.

    Aunque en la práctica, el paquete de innovaciones terminará pesando sobre la clase media alta y profesional y dejando sin muchos cambios a los de mayores ingresos, sorprendió en el momento que el sector empresarial -entiéndase de forma específica el CACIF- le diera su apoyo.

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  • La mejor política social es una política social

    Así como no le pediría a la política de salud que resuelva los problemas de la banca central, tampoco es cierto que la inversión extranjera directa resolverá por sí misma los problemas del desarrollo social.
    Hace unos días se reportó que el Presidente de la República había afirmado en un discurso ante inversionistas de España que “la mejor política social es la inversión extranjera directa”.

    No pude constatar si éstas fueron palabras textuales del señor Presidente, pues en la red no encontré copia de sus discursos en España. Sin embargo, la ocasión es propicia para subrayar las limitaciones de una afirmación como esa.

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  • Cinco pelones consumiendo

    No le pido que se vuelva comunista. A mí me gusta el consumo y he visto mercados que funcionan.
    Abrió Paseo Cayalá, y no faltaron las críticas ni las defensas oficiosas: feo, bonito, excluyente, abierto, negativo, optimista. Escoja para su gusto y persuasión.

    Sin embargo, el problema no es Cayalá, apenas una iniciativa comercial más. La lógica del mercado capitalista dicta que se reúnan los inversionistas, busquen algo en qué meter su dinero, que vendan y recuperen la plata con ganancias. Allí no hay sorpresas.

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  • Clase media, escalera o palo ensebado

    Es la educación universal de calidad la mejor forma de desvincular el destino de los hijos, de la situación de sus padres.

    El Banco Mundial recién presentó su informe “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina”.

    El estudio es alentador y coincide con otros. En la década de 2000, cincuenta millones de latinoamericanos entraron a la clase media, que creció en un 50%. La pobreza bajó, de más de 40% en 2000, a menos de 30% en 2010. El informe resulta urgente porque Guatemala, aunque muestra progreso, está a la cola del cambio, aún debatimos sin éxito el modelo de desarrollo, y arriesgamos malbaratar los recursos que podrían financiar la mejora.

    En el reporte, clase media son quienes ganan entre US$10 y US$50 por persona por día#, que para una familia de 4 miembros es entre US$14,600 y US$73,000 al año. Esto hoy significa casi 30% de los latinoamericanos, pero en Guatemala no llega al 17%.

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  • Hidroeléctricas, dinero, bienestar, pero para todos

    Hoy vemos que el Estado invierte en explotar recursos naturales. ¡Pero el beneficio de esa inversión es cosechada por unos pocos! Aquí está el problema de fondo.

    Imaginemos que usted decide ser taxista. Conoce bien la ciudad, le gusta charlar y no le molesta pasar largas horas sentado. Pero no tiene automóvil. ¿Qué hacer?

    Si no puede comprar carro, una opción es negociar con una empresa como “Taxis Amarillo”. El trato es sencillo: ellos ponen el auto, usted lo trabaja. De lo que gane, paga una cuota diaria por usar el vehículo, y lo demás es suyo.

    La explotación de recursos naturales, como el agua para hidroelectricidad, el petróleo o el oro, puede entenderse igual. Una vez vendido el bien hay dos cosas que pagar: el trabajo que tomó extraerlo, y la renta al propietario del bien. Una columna reciente identifica correctamente el riesgo del racionamiento cuando la producción está en manos del Estado, pero evade el problema de fondo, que es la determinación de la propiedad de los beneficios de la explotación, no importa en manos de quién esté.

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  • Entrarle al dichoso modelo

    No basta con reparar la bicicleta vieja que tenemos cada uno, sino que hace falta subir a todos al mismo bus.

    Alberto Mayol, profesor e investigador social en Chile, saltó en 2011 a un estrellato inusual en el mundo académico de su país. Dos cosas favorecieron ese paso.

    La primera fue que, en el contexto de las manifestaciones estudiantiles que alborotaron el afamado éxito democratizador y económico, Mayol ofrecía una explicación creíble de qué estaba pasando, remitiendo a lo más profundo de la estructura política: “La élite entendió sistemáticamente reducir la desigualdad como un asunto de sacar pobres de la línea de pobreza. Nunca entendieron que son problemas distintos. En la pobreza falta comida. En la desigualdad lo que falta es sociedad.”[1]

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  • Ser ciudadanos es hablar y actuar

    La dinámica básica de la democracia la establecen el derecho y la irrenunciable necesidad de los ciudadanos de hablar entre ellos y con el poder.

    Por al menos cuatro décadas, Guillermo O’Donnell fue referente obligado para todo aquel que quisiera entender la administración pública y la burocracia en Latinoamérica. Ejemplar del académico que tiende puentes entre culturas, alternó entre la cátedra en universidades de los Estados Unidos, su natal Argentina y otros países de Sudamérica. Reflejo, por origen y temporalidad, de los retos y necesidades que impuso la historia de Latinoamérica en la segunda mitad del siglo veinte, experimentó el silencio de la dictadura, los dolores de crecimiento de la democratización, y las complicadas relaciones de odio-amor con la federación del Norte. sin embargo, mostró estar a la altura del reto para plantear en su ejercicio académico respuestas atinadas y nuevas y acuciosas preguntas.

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  • Educación para el trabajo: un camino sin señales

    La formación para la vida y para el trabajo no se contradicen, y asegurar la vinculación entre educación y trabajo no es un asunto solo de educadores.

    Hace años en la Calzada Roosevelt había un rótulo que decía: “a México frontera”. Estrictamente era cierto, pues de allí eventualmente se llegaría al vecino país. Sin embargo, muchas cosas tendrían que salir bien para que esa primera señal fuera útil.

    Igualmente hay una señal en camino a Occidente desde la Capital –creo que está en Cuatro Caminos– que más que rótulo, es un auténtico mapa. Una multitud de trazos hacen inútil su información al conductor, excepto si se detiene a la orilla de la carretera. Ni la vaguedad, ni el exceso impertinente permiten al viajero tomar decisiones. A veces el problema es que simplemente ¡no hay señales! Llegar a un destino específico exige suerte, pedir instrucciones en el camino y muchos virajes equivocados.

    Algo parecido enfrentan los jóvenes en Guatemala al querer formarse para el trabajo. Aquellos que tienen los recursos para acceder al diversificado y la universidad enfrentan un futuro laboral vago, confuso e incluso desconocido a los 14 o 15 años. Con frecuencia la elección de carrera se reduce a imitar a los padres: como papi es contador, la joven quiere estudiar economía, y el viaje se reduce a pedir consejo al que ya pasó antes por el mismo camino.

    Para otros la situación es más perversa. El trabajo obliga a escoger escuela o carrera simplemente por estar disponible por las noches o en fin de semana. Es como un capitalino que decida ir a Amatitlán en vez de la Antigua porque la Roosevelt está tapada, no porque tenga asuntos que tratar en aquel lugar.

    Luego están los que cursan algunas carreras por tradición. Víctimas ejemplares son la legión de abogados en ciernes, que pasan años en un limbo de requisitos, muchos sin perspectiva de graduarse jamás, dedicados a cualquier cosa menos la materia respectiva.

    Finalmente, son muchos los que escogen “carreras laborales de nombre simple” (médico, abogado, economista, psicólogo) que es como viajar solo a las cabeceras departamentales, habiendo tantos destinos que podrían dar más satisfacción y tener mejor mercado (técnico en salud rural, investigador en criminalística, asesor fiscal, investigador en neurociencia y tantos otras “carreras de nombre compuesto”), pero de las cuales se desconfía o que las universidades no ofrecen.

    El nuevo gobierno ha identificado la formación de los jóvenes como una prioridad, y lo es. El Ministerio de Educación se esfuerza por reducir el caos de los muchos “bachilleratos técnicos” que engañan con promesas de especialización precoz, y algunas universidades comienzan a ampliar y flexibilizar su oferta. Pero esto es apenas el principio.

    Ayudar a una nueva generación de jóvenes que se embarcan en la formación laboral exige darles señales claras sobre el camino a seguir. Necesitan información sobre tendencias en las empresas y la economía (en última instancia, la fuente de los empleos), para enriquecer sus aspiraciones y facilitarles la toma de decisiones. Es urgente revestir de calidad educativa y buena reputación las actividades profesionales no-académicas (desde plomería o mecánica hasta las carreras técnicas más alambicadas), y así evitar que tantos jóvenes se despeñen por la ilusión de ser “licenciados” en unos conocimientos que nunca aplicarán.

    Deben reducirse las barreras al acceso, flexibilizando más horarios y currículos en el diversificado y las carreras universitarias, ofreciendo becas, estipendios y créditos educativos; y las barreras a la permanencia, retirando requisitos onerosos e improductivos, como tantas tesis de licenciatura, que sin enriquecer el acervo investigativo garantizan que muchos cierren pénsum pero nunca se gradúen.

    Sobre todo, es necesario configurar claramente y garantizar los cursos de carrera que llevan al empleo formal o el emprendedurismo –esas combinaciones de bachillerato, curso técnico y pasantía que recorridas por un joven desde el básico desemboquen en empleo formal–; y fortalecer la orientación enfocada en el empleo a manos de asesores vocacionales, maestros y voluntarios que ayuden a los jóvenes a trazarse un curso de carrera para el empleo.

    La formación para la vida y para el trabajo no se contradicen, y asegurar la vinculación entre educación y trabajo no es un asunto solo de educadores, sino de desarrollo sostenible. No es responsabilidad exclusiva de un INTECAP, el Ministerio de Educación o las universidades; en esto debe involucrarse de lleno y temprano al empresariado (que no significa solo CACIF, pues hay muchos y muy variados empleadores en este país). La alianza público-privada en la educación va mucho más allá de pintar escuelas o financiar universidades. Empieza por comprometerse unos a dar una educación con calidad y otros a facilitar acceso al empleo decente. Es proponerse ambos sectores a tender una carretera ancha y bien señalizada entre la escuela y el trabajo.

    Original en Plaza Pública

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