Tras migrar a Guatemala, pasó mi madre una década sin volver a ver a su hermana. Mis hijos viven en distintos países de dos continentes y sin embargo consigo verlos con regularidad.
Podríamos atribuir el contraste a un eficiente sistema global de aerolíneas, pero eso apenas rasca la superficie del asunto. Tengo una vida de privilegio, con ingresos suficientes —aún el vuelo más barato es más de lo que puede pagar muchísima gente—, el tiempo para viajar y la documentación para atravesar las fronteras sin dificultad.
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