Tag: discriminación

  • Ante la discriminación sexual: una oportunidad para madurar

    Ante la discriminación sexual: una oportunidad para madurar

    «Mirá chula, yo siempre dí juguetes indiferenciados a mis hijes y, sin embargo, ¡todes me salieron héteres! ¿Dónde me equivoqué?»

    «¡Última hora! Banda de homosexuales aterroriza a vecinos del barrio. Juan Macho, víctima, nos cuenta: “iba tranquilo con mi novia cuando me arrinconaron… ¡cobarde!, ¿por que no salís con hombres?, me gritaron al golpearme”».

    «Buenísimo, el sermón de la pastora. Recordó que la Biblia manda siempre preservar nuestras tradiciones lesbianas».

    Para fines prácticos, situaciones así no ocurren. Pero, al invertir los términos, subrayan absurdos que por ser usuales no reconocemos.

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  • Cómo abotonarse la camisa

    Cómo abotonarse la camisa

    Empiezo con algo sencillo. Revise de qué lado le toca abrocharse la camisa.

    Si es hombre, encontrará que su camisa tiene los botones del lado derecho y los ojales del lado izquierdo. Si es mujer, al revés: izquierda para botones, derecha para ojales. Pregúntese por qué.

    Quizá razone como yo. Por mucho tiempo, impensante, supuse que sería para diferenciar camisa de hombre de camisa de mujer. Como si no pudiéramos ver que tienden a ser distintas en tamaño, color o tipo de tela. Que unas camisas tienen pinzas para la cintura y espacio para el busto. O más sencillo: que unas las llevan puestas hombres y otras, mujeres.

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  • Testarudos

    Mientras algunos se atrincheran en negar al resto de la sociedad aquello de lo que ya gozan ellos mismos, otros nos atrincheramos en exigir que a cada uno se le respete.

    No deja de causarme una perversa admiración la insistencia de algunos en rechazar la reivindicación de los derechos, la identidad, el idioma y los sueños de otros.

    Cada vez que surgen temas de cambio —como la necesidad de la educación bilingüe intercultural, la conveniencia de la diversidad religiosa o, más aún, la posibilidad de que ninguna religión tenga más sentido y autoridad que cualquier otro mito antiguo— saltan de inmediato los adalides de la tradición, los defensores de lo que se ha hecho siempre. Parecieran tener una energía inacabable para resistir el cambio, para denunciar a quienes sugieren que es hora de transformarnos. ¿De dónde les nace tanta perseverancia, tal capacidad para insistir, la imposibilidad de dar cabida al punto de vista opuesto? Ni la evidencia más sólida ni los argumentos ordenados en silogismos impecables logran penetrar su coraza.

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  • Paridad: cuatro razones

    Dude sistemáticamente al ver que alguien con privilegio resiste un cambio. Aunque le diga que lo hace por el bien público, lo más probable es que convenga a su propio interés.

    Se acabó el feriado. Mientras algunos vuelven al trabajo, otros nunca se detuvieron. Igualmente algunos vuelven a las maldades mientras otros nunca pararon. Regresa también el Congreso a su faena, a descuartizar la propuesta de la Ley Electoral y de Partidos Políticos.

    Yo también vuelvo y me detengo en un punto visto y quizá sepultado, la paridad de mujeres e indígenas en los listados electorales. Me detengo porque, aunque en esto la LEPP podría ser causa perdida —que no debiera serlo hasta que vote el último diputado—, tengo la certeza de que el tema de la igualdad por género y etnicidad no desaparecerá del debate legislativo, mucho menos del debate social.

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  • El verdadero testimonio de la profetisa Masa

    No saldrán los hombres de casa, que son para dar gusto a la mujer y procrear. No para hacer como coroneles o ejecutivos, abominables a mis ojos.

    Junto a la hoguera se me manifestó la Madre Universal y me dio su mandato. Anota mi receta, me dijo, y no cambies una letra, pues soy tu madre. A la que cambie una medida de esta receta, la expulsaré de mi cocina, y con ella a sus hijas, sus gallinas y sus gatos.

    Dile a mis hijas, las que me son fieles, que les daré toda La Cañada, sí, y hasta Escuintla. Del Pacífico y hasta El Salvador, ésta será tu heredad, la tierra de tus hijas y tus nietas por siempre, porque así lo quiero. A quien se atreva a estorbarte en tu tierra, yo le negaré mi pecho nutricio, y de seguro morirá. A quien estorbe en tu cocina, le arrancarás la comida, pues no merece vivir.

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