Tag: derechos

  • Le explico cómo es esta vaina

    Entienda: en esta historia atroz que llamamos Guatemala no todos somos Estado porque no todos somos ciudadanos plenos.

    Imagine poca gente. ¿Cómo ponerse de acuerdo? Digamos mamá, papá y un par de hijas. Como los adultos están antes, se acostumbran a decidir entre ellos. Para cuando llegan las hijas, basta ver qué hacen mamá y papá.

    Ahora suponga un grupo mayor, 150 personas. La cosa se complica, pero es factible. Los primeros se organizan. Deciden por consenso o por el sagrado principio de que «el que tiene más saliva traga más pinol»: algunos mandan por su capacidad de convencer o porque nadie les gana a las trompadas. Como todos se conocen, no es difícil estar al tanto de la organización de la comunidad, pues nadie olvida quién resolvió el último problema o quién pega más duro.

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  • Abramos la puerta: todos ganamos sin culpar a las víctimas

    Tan solo entre chicas de 15 años o menos –algunas con apenas 10, 11 o 12 años– hay más de 3,000 que cada año –ocho cada día– ven apagarse sus sueños por un matrimonio prematuro, muchas veces con una persona mucho mayor.

    Clama un periodista por «hombres notables» que rescaten nuestra nación desahuciada. Cita a José María Aznar, el estadista de moda, que atribuye la libertad política del pueblo español al gobierno de «hombres buenos e inteligentes».

    «¿No será posible» –pide– «como en la España inmediatamente postfranquista, el aparecimiento de los Hombres Notables?» Bien dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. Hoy casi uno de cada cuatro españoles esté desempleado, y más de la mitad de los menores de 25 años no consigue empleo aunque lo busque. Les dieron una libertad política para luego dejarlos sin futuro.1

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  • Escapar del matadero: no al matrimonio infantil

    Quitemos ya, sin más rodeos, las inexcusables y arcaicas disposiciones del Código Civil, que afirman que las niñas se puedan casar antes (a los 14 años) que los niños (a los 16 años).

    Imagine que está en segundo Básico. El Universo se abre ante usted, en su mente. Aprende que hay distantes galaxias, cuya luz apenas comienza a llegarnos hoy. Aprende también que el Universo se extiende hasta lo más pequeño. De la mano de una buena maestra, se emociona conociendo su cuerpo: la sangre, la digestión, sus neuronas, cosas maravillosas que suceden apenas bajo su piel. «¡Cuando grande seré doctora, astrónomo, biólogo, arqueóloga!»

    Ahora imagine que una pesada puerta se cierra de golpe. La luz que empezaba a invadir su mente se apaga bruscamente. Hace días una persona mayor visitó a su papá. Conversaron largamente y al final se apretaron las manos. Qué acordaron, usted no sabe. Pero por esa conversación, hoy usted se casará con dicha persona. No sólo se apagó la luz, comienza a faltarle el aire. Sus padres hacen fiesta, pero usted no puede sino pensar en lo que pasará esta noche. Se irá con el desconocido, se acostarán en la misma cama, y le hará cosas a usted que no puede, no quiere imaginar. Y nunca más volverá a jugar, nunca más volverá a soñar sus propios sueños, a tomar sus propias decisiones.

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  • El Estado Cayalá

    El nuevo contrato social ya no es el de Rousseau, sino el trato del consumidor con el tendero. «Sírvase pasar a pagar en caja».

    Si tengo un negocio y encuentro suficientes clientes, aunque el mercado vaya mal, puedo creer que lo mío es experiencia universal. ¿De qué se quejan tanto? Si tengo empleo, la tentación es fuerte por olvidar a quienes no están tan bien. ¿Por qué protestan, por qué me tapan la calle, si debo entrar puntual al trabajo?

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  • La ingenua clase media y sus fuentes de información

    Aquí no hay un espontáneo reconocer del interés nacional o social. Aquí no hay un despertar de la conciencia jurídica.

    Estos han sido días aciagos para Guatemala. Pobres de verde matando por la espalda a civiles pobres. Un equipo de seguridad en el gobierno que se apura entero a zafar bulto, que no parece vivir por los mismos códigos de honor que tanto pregona su institución.

    Peor aún, aflora como un repentino fuego en la maleza el racismo virulento, saltando de blog en blog, en las redes sociales y en la charla diaria. En medio de esto me llama la atención la consigna común de toda una clase: el colega profesional y el ama de casa por igual se apuran a sentenciar: el derecho de libre locomoción es sagrado. Y yo me pregunto, ¿de dónde salió este lugar común, esta “libre locomoción”, que parece que siempre ha estado allí, y sin embargo no la encuentro en mi memoria, cuando trato de imaginar las conversaciones sobre las manifestaciones que igual se veían hace diez y veinte años?

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