Esta insistencia en los símbolos en la proclama del rito patriótico representa un nuevo y tóxico padrenuestro de evasión.
De joven fui bastante religioso. Me gustaba el rito católico, que en latín, dorado e incienso empaca con elegancia un par de milenios.
Criado en el hogar de un católico sin misa y de una agnóstica, me resulta obvio ahora que la rebeldía adolescente saliera por el conservadurismo espiritual. A las preguntas existenciales que nos planteamos de chicos agregue la culpa, que tan eficazmente aprovecha la Iglesia en camino a captar adeptos.