Tag: clases sociales

  • Niñez desnutrida, el canario en la mina

    Niñez desnutrida, el canario en la mina

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    Imagine: el Ministro de Comunicaciones y Obras Públicas se reúne con su equipo. Hay una carretera con frecuentes accidentes. Deben actuar.

    Ingenieros y gerentes revisan los datos. Como en la infame curva de El Chilero, cada par de años se da un accidente y muere mucha gente. ¡Hay que hacer algo! Luego de analizar opciones la comisión recomienda: como la mayoría de heridos muere por no recibir atención a tiempo, coordinemos con el Ministerio de Salud y los bomberos para construir un hospital cerca del sitio. Así los heridos recibirán pronto cuidados de urgencia y se salvarán muchas vidas.

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  • La presidencia del remiendo

    La presidencia del remiendo

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    ¿Por qué tratamos tan mal a los guardias penitenciarios? Explorar el desprecio ayuda a entender el Estado perverso que tenemos.

    Los periodistas en ConCriterio preguntaban la semana pasada de dónde sale el maltrato a los guardias de prisión. Mal pagados, mal equipados y mal formados a pesar del riesgo que corren, ilustran la poca correspondencia entre tarea, recompensa y reconocimiento que damos a los empleados públicos.

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  • Cosecha tempestades

    Cosecha tempestades

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    Me escribe un viejo amigo, mi más antiguo amigo. ¿Cómo te va?, pregunta. 

    Juntos puyamos hormigueros en la primaria. Los recreos eran para recorrer el patio del colegio, haciendo filosofía especulativa, tarea tan propia del ocio de los niños y que los adultos ahogamos con actividades programadas. ¿Qué pasará cuando uno muere?, ¿habrá algún día autos que vuelan? Hacer juicios morales sobre la profesora de caligrafía, juicios estéticos sobre las compañeras: nada quedaba fuera de límites. Y el favorito de mi amigo, los dilemas: ¿qué será peor?, retaba, ¿dar un beso a la profesora de caligrafía, o compartir pupitre con la niña impopular?

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  • El futuro del trabajo empezó hoy

    El futuro del trabajo empezó hoy

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    Mi amigo propone un negocio. Hagamos un webinario sobre las implicaciones del covid-19 para nuestro trabajo.

    Bastaría describir lo que hacemos. Sobra decir que la reunión ocurre en línea. Hoy todos somos expertos acerca de los efectos de la pandemia sobre la vida laboral: los vivimos a diario. El encierro no solo rompió nuestras costumbres de trabajo. Incluso ha dado tiempo para construir nuevas rutinas.

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  • Ricotenango y Pobretenango

    El reto es que las élites —económica, social y urbana— nos acostumbramos a resolver la cosa a nuestro antojo, poniendo nuestras reglas, así sea caro e ineficiente.

    Se armó la de Troya con el más reciente jueves de Cicig. Otra veintena de capturas, seis más pendientes a nivel internacional. Ya no cabe la gente en el Mariscal Zavala.

    La novedad no es destapar el contubernio sistemático entre gobernantes corruptos y empresarios corruptores. La novedad es que hoy no quede excusa para negarlo, aunque algunos vean la tormenta y no se persignen: un banco más preocupado por su reputación que por poner distancia con los acusados. Un opinador oficioso que quiere restringir la libertad de expresión porque, hoy sí, la prensa muestra sin tapujos que arriba también hay vulgares ladrones.

    Se entiende la resistencia. La explicación llegó justo un día antes del tsunami judicial y le recomiendo leerla: es el miedo el motor más fuerte de la conducta de la élite económica. Ese sentimiento que paraliza, que hace apostar por el camino conocido aunque sea equivocado.

    Ya pasó la ola gigante (al menos la del jueves). Toca levantarse, sacar el agua y construir. Pero no bastará con limpiar la corrupción para volver a lo mismo. Los miembros de la élite que afirman tener voluntad de cambio deben demostrar hoy que son distintos. Ya no cabe aquí la vieja disciplina miedosa que no los ha dejado romper filas.

    Pero, para ser eficaces, tampoco bastará con denunciar. Hará falta saber qué cambiar. Yo le sugiero que el verdadero reto es deconstruir los dos medio Estados en que vivimos y crear uno solo que sea para todos. Me explico. Como Voldemort, rival de Harry Potter, parasitando el occipucio de Quirinus Quirrel, hoy tenemos dos Estados: Ricotenango, que sirve a los pocos, que sirve a la élite; y Pobretenango, que es para los demás.

    ¿No me cree? Valgan los ejemplos. Pobretenango pone los centenares de gente mal pagada y mal equipada que necesita la administración pública para operar. Los prepara en el INAP sin presupuesto, sofocado por la humareda del bulevar Los Próceres. Ni siquiera su sitio web funciona. Ricotenango forma sus propios funcionarios para su propio futuro, en su propia Escuela de Gobierno, pagada de su propio bolsillo y montada en su propio complejo comercial-domiciliar chilero.

    Pobretenango educa para el trabajo a la gran masa de estudiantes de secundaria que viven en las barriadas de la capital, en Villa Nueva y más allá. Los acomoda en el Belén y en el Imrich Fischmann, donde el Mineduc tiene años sin un centavo para libros de texto ni talleres, donde entre docentes y estudiantes ajustan para financiar su propia educación «pública, gratuita, laica y obligatoria». Ricotenango educa a nuestros hijos en sus colegios privados. Y si se trata de formar a nuestros empleados, allí está el Intecap. Chilero.

    Pobretenango entretiene a la masa, empleadas de hogar y policías privados, en la Plaza Central la tarde del domingo. Ricotenango entretiene a sus empleados en el Irtra. Y si son gerentes, mejor aún: pase a las posadas de pago extra. Chilero.

    Solo reconocemos la dicotomía cuando no alcanzan los dos Estados a soslayar los problemas: un aeropuerto de pobres sin aire acondicionado, vergüenza de la élite que regresa de Miami; una cárcel VIP que no alcanza para los hombres y nunca acomodó a las mujeres. Bienvenidos a la realidad.

    El reto es que las élites —económica, social y urbana— nos acostumbramos a resolver la cosa a nuestro antojo, poniendo nuestras reglas, así sea caro e ineficiente. Así toque aguantar el chantaje moral de donativos basados en no pagar impuestos. Así toque seguir tributando a Ricotenango (¿qué piensa que son las cuotas del Irtra, las del Intecap o los diezmos?). Luego no queremos contribuir también con Pobretenango y lo dejamos naufragar. Terminamos poniendo malas soluciones privadas a grandes necesidades públicas, así nos llamemos Gutiérrez, Luna o Alvarado.

    No se apure a señalar con el dedo, que no todo es malicia. Muchas veces es encontrar respuestas insatisfactorias a debilidades de 35 años de mala democracia, de 60 años de mala patria. Pero superar la cosecha de bribones que hoy recoge la Cicig exigirá también rebasar esas malas respuestas. Debemos superar el miedo de la élite. Esto exige romper el círculo vicioso de la desconfianza, esa desconfianza institucionalizada que dice que, si no resuelvo la cosa a mi modo y en privado, no pasará. Esto exige tomar un riesgo calculado, establecer mecanismos intermedios, pero apostar a un destino público y para todos, no privado y para algunos. Es comprometerse valientemente la élite con la transición en plazos específicos, hacia un Estado fuerte, hacia un fisco suficiente para mantenerlo, y luego ayudar a que suceda.

    Original en Plaza Pública

  • ¿Quién dejó salir al perro?

    Por supuesto, salgamos a perseguir al perro para que vuelva a entrar a la casa. Pero a la vez hay que cerrar la puerta para que no se vuelva a salir.

    La Cicig y el MP han hecho evidente la corrupción extensa en el Gobierno y la política. Han mostrado cómo los intereses ilícitos particulares prevalecen sobre las decisiones gubernamentales. Jueces y administradores terminan respondiendo al dinero antes que al interés común.

    Establecida esa relación, la mafia va más lejos. Captura directamente los recursos del Estado. Cierra contratos mañosos, como en el caso del IGSS, o roba descaradamente los fondos públicos, como en el caso de La Línea.

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  • Mojones en el camino

    Dice mi amigo Carlos, tipo muy gracioso, que ver el hocico largo de los perros no debe hacernos pensar que están silbando. Distingamos las cosas que son causa de las que son efecto. Más aún, reconozcamos que algunos hechos no son causa ni efecto, sino olas que marcan la marea profunda.

    Hoy las elecciones ocupan los tres roles. Son causa del cambio de gobierno: ayer se sentaba fulano en la silla presidencial y tras las elecciones será mengano, pues sacó más votos. Son efecto, consecuencia remota del pacto político que llamamos Constitución, consecuencia inmediata del proceso que administra el Tribunal Supremo Electoral. Finalmente, son apenas mojones, señales sobre las lindes del poder, ya sea en la continuidad o en el cambio.

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  • El mal que somos

    Aquí está la lección que les habla sobre todo a los reformistas tímidos, a esos miembros de la élite económica que hoy quieren algo mejor y acaso reconocen el problema, pero aunque se atrevan a verse en el espejo no alcanzan a dar el mea culpa como clase y como grupo de interés.

    El comisionado Velásquez de la Cicig y la fiscal Duarte del MP están de buena racha. Como en las mejores telenovelas, con precisión destapan un nuevo escándalo cada vez que hace falta, ya para levantar el ánimo de los ciudadanos que protestan, ya para reducir a la canalla política cuando esta piensa que tiene ganada la partida.

    Hay que admitir que los políticos y el poder económico se la pusieron fácil. Con buena técnica investigativa, paciencia prudente y persistencia de hierro —notables aportes de Velásquez a la Cicig y a la justicia guatemalteca—, examinar casi cualquiera de los negocios políticos iba a rendir la podredumbre encontrada.

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  • Para leer al candidato: la mano en la licuadora

    En un auténtico desliz freudiano cita: «Dijeron: “Es un país que nos pertenece…”». Ajá. Les pertenece. ¿Y cuándo será este país propiedad de los pobres, o aunque sea de la clase media?

    El 23 de enero, Nómada publicó una entrevista con Edmond Mulet, guatemalteco destacado, subsecretario general de Naciones Unidas. Mulet contempla lanzarse como candidato a la presidencia.

    Con un efectivo juego de policía bueno-policía malo, los entrevistadores le sacaron respuestas que ilustran cómo funciona la política en Guatemala. O más bien por qué no funciona. Poniendo atención se aprende mucho, aún sin juzgar a Mulet. Haga un alto y lea la entrevista, pero regrese. A ver si coincidimos en estas lecciones. (más…)

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