Sólo el tonto, o el malicioso al que le conviene el statu quo, insisten en hacer cosas que no funcionan sólo porque lo manda la ideología.
Cuando estamos convencidos de lo que hacemos, actuamos sin pensarlo demasiado. Si los resultados se consiguen, repetimos las conductas.
La historia de Guatemala ha sido la historia de una élite que se consideraba competente: sabía lo que quería, sabía cómo conseguirlo. Hacía lo que tocaba, obtenía resultados y repetía. Hasta que de tanto éxito llegó, como los burócratas, a su nivel de incompetencia.