Tag: autoconocimiento

  • Persistencia

    Muchas cosas nos indignan, pero son más las que nos llevan a abandonar el barco por razón de principios.

    Transformar la sociedad es una tarea más parecida a una carrera de fondo, que a un sprint. Logran mejoras sólo quienes persisten en la dirección correcta por mucho tiempo.

    La persistencia es tanto un asunto de capacidad como de actitud. El éxito de largo plazo depende de las características de lo que se quiere conseguir y de las herramientas que se tiene para procurarlo, pero también de nuestra disposición psicológica para insistir en alcanzarlo.

    (más…)

  • Cuidado con ser jóvenes viejos

    Sacarnos de esta modorra sofocante no es un asunto de derechas o izquierdas. Es un reto de edades.

    Solemos pensar que las personas mayores son conservadoras. Las últimas décadas de la vida son tiempos en que tendemos a ponemos más rígidos.

    Las ideas que parecían atrevidas en nuestra juventud, se vuelven acogedoras. Buen ejemplo es la música. Para los que rozamos el medio siglo, el rock iconoclasta de los setenta hoy resulta reconfortante, ¡tocado al piano mientras hacemos las compras!

    (más…)

  • Una imaginación agotada

    Al encumbrado G-8 debiera preocuparle la incapacidad de sus adláteres para incorporar la Guatemala que hay a la Guatemala que necesitan.

    Imaginación y poder son ambos necesarios para cambiar. La imaginación inventa lo que hemos de buscar y el poder lo consigue.

    En el poder no somos iguales, pues mientras el pobre quiere, es el rico quien puede. Sólo en una revolución de masas se manifiesta el poder entre los pobres: cada uno pone su poquito y el resultado es imperioso. Pero impredecible. En tiempos ordinarios, el poder lo tienen las élites, que controlan los recursos para convertir voluntad en hechos.

    (más…)

  • Entrarle al dichoso modelo

    No basta con reparar la bicicleta vieja que tenemos cada uno, sino que hace falta subir a todos al mismo bus.

    Alberto Mayol, profesor e investigador social en Chile, saltó en 2011 a un estrellato inusual en el mundo académico de su país. Dos cosas favorecieron ese paso.

    La primera fue que, en el contexto de las manifestaciones estudiantiles que alborotaron el afamado éxito democratizador y económico, Mayol ofrecía una explicación creíble de qué estaba pasando, remitiendo a lo más profundo de la estructura política: “La élite entendió sistemáticamente reducir la desigualdad como un asunto de sacar pobres de la línea de pobreza. Nunca entendieron que son problemas distintos. En la pobreza falta comida. En la desigualdad lo que falta es sociedad.”[1]

    (más…)

  • Para un oligarca

    Basta apenas ir con los gringos a pedir visa para encontrar los límites de tu burbuja.
    A veces pienso que con escribir estoy nomás cortando varas. Mientras tanto tú actúas, dando palo a todo el que pide justicia, al que pide un trocito apenas de pobreza con dignidad, ni siquiera más.

    Chapines no somos solo tú y yo, que tomamos por sentados el agua, la luz, la escuela y la calle asfaltada. Ciudadano distinguido no eres tú, el de cuna de plata, blanco de tez, que en pleno siglo 21 aún no te has enterado que vives en una Guatemala morena. Tú y yo somos apenas usurpadores, que más temprano o más tarde descubriremos que nuestra prosperidad, peor aún nuestra certeza, eran prestadas. ¿Acaso quieres terminar como los generalitos, pobres diablos, clamando por una justicia que no supieron dar? Hasta el cielo pareciera negarles el sol por su obcecación.

    (más…)

  • Seis cuadras a pie en la Zona Viva

    De tanto no ver, de tanto no dejarnos ver, hemos aprendido a ser ciegos.
    Terminé la reunión de trabajo y decidí caminar las seis cuadras a la siguiente cita. Iba concentrado en mis asuntos, en las tareas del día, con la marcha en piloto automático.
    No sé por qué, pero en algún momento abrí los ojos. No los de afuera, sino los que conectan con la mente, y comencé a procesar lo que pasaba a mi alrededor. Esto fue lo que vi.

    Un hombre mayor caminaba agachado, cargando una mochila llena. Sus sandalias hacían contraste con las losas de piedra verde y brillante que, en un arranque de embellecimiento preferencial, colocó la Municipalidad en algunas aceras de la Zona Viva. Junto a sus rasgos indígenas, me hicieron pensar que la mochila era la versión moderna y urbana del mecapal, nomás que con el peso sobre los hombros. La lentitud de su paso y el aspecto ajado de su piel hablaban de una vida de trabajo duro.

    (más…)

  • La rueda

    Se hace tan obvio que la distancia del “bien” al “mal” es tan, pero tan corta.
    Digan lo que quieran, pero el Facebook acabó con la privacidad. Sobre todo ha servido para mostrar los vasos comunicantes que existen entre personas, incluso entre las diferentes facetas de lo que somos y lo que quisiéramos ser.

    Les pongo un ejemplo, por aleccionador.

    En medio de dar resultados a la “mano dura”, la Policía ensaya publicar sus logros en el combate al crimen. Hace un día compartieron con todo el que quería enterarse: caen dos sicarios, uno de 19 años de edad, el otro de apenas 16.

    (más…)

  • Espejito, espejito…

    Guatemala se ha visto anegada en los últimos meses en olas de acusación contra los “resentidos” que se atreven a criticar. Toca tal vez tomar un poco de distancia.

    El sábado por la mañana perdía tiempo navegando en la Internet cuando me llamó la atención un titular: “Cacif rechaza crítica de BM”. Me hizo reflexionar que, al menos en mi mente, “Cacif” y “rechazo” son palabras que frecuentemente van juntas.

    No queriendo dejarlo simplemente a las impresiones, decidí ser un poco más sistemático, y me puse a buscar una variedad de combinaciones de palabras en Google. Aquí le cuento lo que encontré.

    Al buscar CACIF critica recibí 139,000 resultados en el buscador. CACIF rechaza me dio 48,300 resultados. Por el contrario, CACIF apoya me dio 30,700 y CACIF construye otros 10,500 resultados. – Criticones los muchachos–, me dije.

    (más…)

  • ¿Qué se necesita para acabar con el trabajo infantil?

    Quizá lo que nos haga mejores guatemaltecos sea dejar de ser tan buenos chapines.
    Hace dos meses que Plaza Pública sacó su reportaje sobre trabajo infantil*/ en la industria del azúcar en Guatemala. Parece eterno. Dos meses de trabajo extenuante para quién sabe cuánta gente.

    Seis, ocho, diez horas diarias de esfuerzo que usted y yo evitaríamos a toda costa. Y los niños siguen allí. En el azúcar, el café, las llanteras, las canteras y el mercado. En todos lados excepto la escuela.

    Mientras tanto, estrenamos Presidente, cambiamos a medias los impuestos, nos horrorizamos ante la muerte en llamas de un montón de presos en Honduras. Y los niños siguen allí. En el azúcar, el café, las llanteras, las canteras y el mercado. En todos lados excepto la escuela.

    Hace un par de semanas –día 40 del calendario desde que Plaza Pública nos escandalizó sobre el trabajo infantil– desde que escuché a la Ministra de Educación recordarle a los hijos del privilegio en la UVG –esos que incluyen a mi hija– que debían reconocer su buena fortuna y dedicarse a maestros, porque la patria los necesita. Y los niños siguen allí. En el azúcar, el café, las llanteras, las canteras y el mercado. En todos lados excepto la escuela.

    Hace semana y media que a alguien se le antojó que podía cuestionar a una gaseosa y a un cantante pop por endosarle a la víctima –el manido “chapín”– la responsabilidad de cambiar la patria. Hace semana y media que a un ejecutivo de mercadeo se le ocurrió la estúpida idea de censurar un programa de radio. Hace tres días que el cantante, haciendo gala de una desaprensión monumental, desperdició la oportunidad de elevarse por encima de la trifulca y apeló a los tépidos glúteos de sus críticos como sesudo argumento para descalificarlos. Y los niños siguen allí. En el azúcar, el café, las llanteras, las canteras y el mercado. Y el coro de entusiastas aplaudieron como focas la diatriba malhadada de aquel que yo tenía por intelectual del arte. Pero los niños siguen allí, en todos lados excepto la escuela.

    Hace nueve días que Joseph Kony, el maligno líder y secuestrador de niños del Lord’s Resistance Army saltó al estrellato global, luego de 27 años de atrocidades, gracias al video de Invisible Children. Apenas una semana en que una página de Facebook “KONY 2012 GUATEMALA” juntó efusivos y entusiastas 1,789 me gusta de chapines que ahora buscan pulseras a $10 (¡setenta y siete quetzales!), posters y playeras para mostrar su compromiso con los distantes y desdichados niños ugandeses. Y los niños trabajadores de Guatemala siguen allí. En el azúcar, el café, las llanteras, las canteras y el mercado. Y yo ineficaz me pregunto por qué sólo 65 gentes –ni siquiera el número de quienes llamo amigos y amigas– se apuntaron a mi pobre intento por llamar la atención al reportaje de Plaza Pública y sus tristes sujetos.

    Y me asombro porque el cantante le reclama a sus críticos si “hubiese sido mejor idea llevar una cámara y fotografiar cuanto cadáver nos encontremos (…) para enviar al mundo de manera redundante una imagen de nuestro país que es la que ya conocen”. Me asombro, porque la misma gente que aplaude su réplica se apunta entusiasta a mostrar los horrores goyescos de un asesino africano. Pero en medio de todo, los niños trabajadores de Guatemala siguen allí. En el azúcar, el café, las llanteras, las canteras y el mercado. En todos lados excepto la escuela.

    Así que tal vez, solo tal vez, lo primero que nos haga falta para acabar con el trabajo infantil sea un poco de distancia. Una distancia africana, para vernos en todo lo patéticos, humanos, incompletos, vergonzantes y vergonzosos que somos. Una distancia de continente ignoto, para dejar de pensar que nos ha tocado la gracia y matar la ingenua arrogancia, cuando somos una piltrafa; para abandonar la sandez de pensar que basta con sonreír para cubrir la multitud de nuestros pecados. Una distancia para admitir que quizá lo que nos haga mejores guatemaltecos sea dejar de ser tan buenos chapines, y no maldecir al que nos critica. Una distancia para tomarlo en serio: ni un solo niño fuera de la escuela hoy, mañana, nunca. Alcaldes, ministros, presidentes/generales, “miralindas” de bolsa Gucci, cantantes de pop endulcorado a punta de mercadeo, universitarias, líderes campesinos en el Polochic; Widmans, Paices y Botranes, Castillos y Pulidos –¡hasta Alvarados!– que digan e insistan: ni un solo niño fuera de la escuela, ni hoy, ni mañana, nunca.

    ________________

    */ http://plazapublica.com.gt/content/trabajo-infantil-y-explotacion-labora…

    Original en Plaza Pública

  • Romanticismos

    Quizá no seamos tan guapos, altos ni listos como quisiéramos.

    Somos una patria plagada de romanticismos. Cada uno tiene el propio. Algunos padecen el romanticismo anti-estatal, que dice que los impuestos son malos y basta con gastar menos para que nos vaya mejor.

    Otros sufren del romanticismo campesino, y asumen que lo rural es mejor que la ciudad. De cerca le sigue el romanticismo ambientalista, cuyos fieles afirman que el petróleo es puro malo, la naturaleza no puede tocarse y la vida primitiva siempre respeta al bosque.

    Está también el romanticismo de la clase media, que la ve como víctima, nunca artífice de sus desventuras económicas y sociales. Otro tanto vale para el romanticismo de élite, cuyos militantes creen que el apellido confiere razón y derechos.

    Hoy está de moda el romanticismo militar, que asegura que la guerra fue justa, nomás porque se ganó. Para terminar, señalo el romanticismo indigenista, que de un plumazo se apropia de historia, tradición y autenticidad, como si otros no las tuvieran también.

    Esto no significa que no haya que medir al Estado, asegurar la tierra, procurar el bienestar, disfrutar de la riqueza, abordar el conflicto o afirmar la cultura. Pero el romanticismo es reducirlo todo a nuestra causa. Yo me veo atrapado con frecuencia en más de uno de estos romanticismos. Apuesto que le pasa a usted también. Con el Año Nuevo, a cada uno nos toca renunciar a nuestras maravillosas y falsas historias.

    Quienes desde la élite buscamos mandar tendremos que aceptar que la riqueza no es mejor, ni tiene el monopolio de las soluciones. En Guatemala, acaso sean los ricos los únicos con garantía de incompetencia: siempre han tenido el control del Estado, y ya vemos cómo ha resultado aquello.

    Quienes vemos en el campesinado y en los pobres el legítimo pueblo necesitamos reconocer en ello una actitud poco democrática, y empeñarnos en construir un Estado en que todos, todas seamos partícipes. El costo de exigir democracia es que hay que concederla a todos: campesinos, pobres, oligarcas, ex-PAC, narcos, militares, políticos honestos y corruptos; cuando nadie tenga excusa se podrá hacer valer el debido proceso.

    Igual para quienes queramos regresar a la tierra: una parcela no sacará a nadie de la pobreza y tampoco del hambre. Al menos desde el terremoto del 76, la vida en la gran ciudad no ha sido resignación, sino elección de muchos que buscan escapar de la estrechez rural.

    Quienes ciframos las esperanzas en la clase media necesitamos reconocer que no es buena por antonomasia, ni depositaria de “lo chapín”, a pesar de la encantadora “Nostalgia Guatemalteca“. La clase media es también enorme reservorio de racismo, frecuente caja de resonancia de las pulsiones más oscuras de nuestra sociedad, como la intolerancia.

    Quienes rechazamos de tajo el uso de los recursos naturales no renovables –el oro y cualquier otro material que la suerte y la Tierra pudieran entregarnos sin mérito, pues ya estaban allí antes de nosotros encontrarlas– hemos olvidado la lección que costó aprender a una generación de entusiastas de la Biósfera Maya: prohibir de tajo el goce de los recursos naturales lleva a la depredación.

    Quienes nos indignamos porque hoy a los militares de la guerra se les piden cuentas desproporcionadas por las masacres, olvidamos que esos mismos soldados y oficiales eran servidores públicos, pagados con dineros del pueblo para proteger al pueblo. Incumplir su mandato magnificó enormemente su responsabilidad.

    Quienes pensemos que en el mundo indígena está la mejor opción debemos cuestionar los esencialismos que atribuyen a una mítica continuidad con el pasado la capacidad de encontrar respuestas. El futuro multicultural se construirá hoy, más que en un pasado distante.

    Esta es la época en que hacemos balance. Tras un examen minucioso en el espejo, al ver los barros, espinillas y cicatrices propias, quizá estemos listos para admitir, cada uno, que no somos tan guapos, altos ni listos como quisiéramos. Comienza el año, y entre chaparritos nos necesitamos mutuamente para salir del hoyo.

    Original en Plaza Pública

Verified by MonsterInsights