Tag: activismo

  • Todo mundo a cubierta

    Todo mundo a cubierta

    El golpe de Estado en Guatemala fracasó dramáticamente. Quizá. Tras medio año de caos, la transmisión de mando ocurrirá en 4 días. Confiemos. En todo caso, la intentona leguleya y las respuestas que provocó dejaron lecciones que conviene aprender. 

    Sobre la élite nacional, demostró que la valentía para liderar el cambio no le viene fácil. Su segmento reaccionario se resiste a perder privilegios, así deba mandar las formas republicanas y democráticas al infierno y aliarse con gente ruin. Y su segmento progresista quiere reformas económicas y políticas, pero sufre un apocamiento paralizante frente a la intimidación de sus congéneres retrógrados.

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  • Queremos progreso, pero sin cambiar nada

    Queremos progreso, pero sin cambiar nada

    Todos los días el tránsito nos regala, con torcida generosidad, la oportunidad de reflexionar sobre causas y efectos, sobre acciones y resultados.

    En la ciudad capital (y crecientemente también en otras ciudades) experimentamos en carne vida cómo funciona la relación entre lo que se quiere, lo que se hace y lo que se termina teniendo. El tránsito, al empezar o terminar la jornada laboral y cada vez más a cualquier hora también, nos recuerda que lo que decidimos y lo que hacemos no es indiferente.

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  • Lo que sigue

    Lo que sigue

    Me declaro perplejo. No entiendo a quien, viendo a Morales rodeado de militares y rechazando a la Cicig, aún haya quien piensa que el problema es Iván Velásquez y que el propósito es garantizar la soberanía nacional.

    Temo que no sirva lo que escribo para el que aún no reconoce el asalto a la democracia. No lo verá aunque se lo expliquen en cámara lenta y con subtítulos. Pero a los demás, sean siete personas o quizá cinco millones, exhorto: hoy no alcanza insultar a Morales aunque lo tenga bien ganado.

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  • Ser un canalla es opcional

    Ser un canalla es opcional

    Se puede ser gerente de una mina. Alguien debe serlo. Porque alguien tiene que sacar de alguna parte los minerales que necesitan los celulares que todos queremos. Pero ser gerente y ordenarle al jefe de seguridad que persiga a los vecinos que se oponen es opcional. Porque ser un canalla es opcional.

    Se puede ser sindicalista. Los intereses de los empleados necesitan representarse con firmeza ante empleadores y Gobierno. Pero vender el apoyo sindical al mejor postor es opcional. Chantajear a cada gobierno con una huelga magisterial para poner de rodillas al Ministerio de Educación es opcional. Porque ser un canalla es opcional.

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  • Abuso y hartazgo

    Jean-Marie Simon calificó esta como la tierra de la «eterna primavera, eterna tiranía», pero quizá eso no es sino el lado violento de otras permanencias: el eterno abuso y el infinito aguante.

    La plática empezó como tantas en estos tiempos de tecnología personal. Conversando mientras llega la comida en el restaurante, surge una duda. Todos sacamos el celular para hacer la consulta a la internet. La pareja joven hace un baile de teléfonos y manos: «Mejor usemos el tuyo».

    Ante mi pregunta explican: prefieren usar el teléfono de él para consultar la internet porque aún tiene el plan viejo. La compañía telefónica empezó a renovar contratos a sus clientes este año y recortó drásticamente (en 40 %) el volumen de datos ofrecido por el monto cobrado.

    Yo no salgo de mi asombro. En otras palabras, por el mismo precio, ¿ahora les ofrece mucho menos servicio? Sí. ¿Y nadie armó alboroto ni se cambiaron a otra empresa? No.

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  • Sociedad, ciudadanía y cambio

    Vivimos en sociedad. Decir que nos construimos solos a nosotros mismos es vender quimeras.

    A la vez, no somos simples reflejos de la sociedad, como quien ve el sol entero en un fragmento de espejo. Somos sujetos, con una identidad que se construye aquí, ahora, en nosotros mismos. En parte, nos forma el contexto más amplio —nuestra sociedad—. En parte, los hechos de nuestra biografía particular. Además, somos agentes: queremos, creemos y actuamos. Y así hacemos realidad la sociedad en nuestra práctica cotidiana.

    Reconozcamos que individuos y sociedad se vinculan, pero solo indirectamente y de forma sutil. De lo contrario nos engañaremos pensando que para el cambio social basta el cambio individual. Y al revés también: que si cambian cosas en la sociedad pronto las sentiremos también en lo individual.

    Nunca ha sido tan importante entender esto como hoy. Hace un año, multitudes en la plaza central demandaban la renuncia del presidente y de la vicepresidenta. La semana pasada el juez encontró suficiente evidencia para juzgarlos —junto con otros 51 empresarios, funcionarios y políticos— por corruptos, corruptores y ladrones.

    A la vez, hemos visto al fin en libertad a un grupo de líderes comunitarios, presos injustamente por defender los bienes naturales comunes. Pero también vimos abatido en la cárcel a un capo militar y criminal, muerto por los de su propia calaña.

    Esos hechos definen los bordes de nuestra sociedad, desde la justicia hasta la violencia. Viendo lo malo es fácil darse por vencido. Y viendo lo bueno es tentador ceder al facilón vamos al cambio que venden algunos. Sin embargo, es en las vidas individuales, en la vida propia, donde el asunto se concreta. Los hechos nacionales, esos que ocupan los titulares, también son vividos por personas en lo individual. Son vidas forzadas por mal o por bien a ser ejemplares públicos de las aristas de la sociedad, como Roxana Baldetti, Jack Irving Cohen o Francisco Juan Pedro. Ya tendrá cada uno que sacar cuentas de lo hecho y no hecho, de lo sufrido. Pero en los titulares son emblemas de los problemas y de las soluciones más que representantes de nuestra particularidad.

    Así, no queda sino volver el espejo hacia nosotros mismos y preguntar cuánto ha cambiado nuestra vida, concretamente desde abril de 2015. ¿Qué cosas nos pasan distintas desde que Baldetti guarda cárcel? ¿Qué cosas vivimos distintas, quizá mejores, desde que Thelma Aldana e Iván Velásquez la emprendieron con firmeza, insistencia y cuidado contra la gente más pícara del país? Sospecho que para la mayoría la respuesta es poco, muy poco.

    Si tengo razón, debemos preocuparnos. Solo en el vaivén entre sociedad e individuos se hará sostenible el cambio. Solo será persistente cuando caminen juntos los cambios en las estructuras —como leyes, justicia, servicios, presupuestos— y los cambios que viven las personas —como bienestar, valores, solidaridad—.

    Así, para juzgar el mérito de un Iván Velásquez basta ver al corrupto en prisión: el comisionado se habrá desempeñado bien como individuo. Pero, para juzgar el mérito de la reforma de la justicia, todos, en lo particular, tendremos que sentirla más justa. Para juzgar el mérito individual de Jimmy Morales, quizá alcance ver el nombramiento de una ministra experta y comprometida. Pero para juzgar el mérito del rescate de la salud tendrá que haber recursos suficientes y servicios para tocar a cada persona, a mucha gente, a toda la gente.

    Lo más importante es que, a la vez que buscamos el impacto del cambio social en nosotros, igualmente debemos interrogarnos sobre nuestra parte —la que tenemos como individuos— de cara al cambio social. Para juzgar nuestro mérito ciudadano no basta contarnos como partículas de una multitud que se paró en la plaza central. Para juzgar nuestro mérito debemos preguntarnos qué ha cambiado concretamente en nuestra vida, cómo han cambiado nuestras conductas, actitudes y prioridades desde que todo esto empezó. Debemos preguntarnos si vamos camino de pagar más impuestos este año que el anterior, aunque sea a base de pedir escrupulosamente factura en cada compra. Debemos contabilizar si hoy apoyamos, más que hace un par de años —con dinero, tiempo y trabajo—, las causas políticas en las que decimos creer. Debemos reflexionar si hemos desterrado al fin de nuestro lenguaje el racismo que hasta aquí nos hizo chapines. En fin, debemos preguntar si somos otros, aunque nos cueste, o si, mientras exigimos cambio, seguimos siendo los mismos de antes: apocados, discriminadores, evasores de poca monta, solo que ahora creyéndonos parte del cambio.

    Original en Plaza Pública

  • Dos formas de hacer política

    Si no actuamos de forma organizada, aquí seguirán ganando los malos.
    Es difícil mantener la esperanza en Guatemala. Cada día hay novedades. Sin embargo, y a pesar del ruido, ¡pareciera que nada cambia!

    Haga las cuentas y verá. Pregúntese qué ha quedado de las modificaciones a la Constitución, las reformas al sistema electoral y de partidos políticos, la despenalización de las drogas. Busque el camino de la prosperidad de la minería o el canal seco. Note que el Ministerio de Educación y los normalistas retoman al debate, vuelta sobre vuelta, y la educación pareciera no cambiar. Los pobres siguen pobres, los campesinos siguen fuera de la jugada, los ricos siempre mandan y los narcos igual acaban con quien se les ponga enfrente. Para rematar, el ejército (más bien la casta militar) recupera sigiloso su inaceptable ascendencia sobre el aparato público.

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