Encerrados en nuestras oficinas, metidos en la sala de la casa, despotricamos en nuestras reuniones con los amigos; colgamos mensajes en las redes sociales, como si Paulo Coelho nos fuera a rescatar de estas.
Los desmanes se suceden con velocidad vertiginosa. Es como si, ante la perspectiva de terminar los cuatro años, les hubiera entrado una ansiedad por completar una larga lista de atropellos pendientes.
Cuán lejos han quedado las ilusiones del discurso inaugural, y nunca fue más apta esa palabra. Ilusiones son las esperanzas que nos hacemos, pero ilusiones son también los engaños que nos hacen tragar. En 2011 una mayoría de votantes, eternos ilusos, cayó por el primer significado. Hoy todos los ciudadanos zozobramos, siempre engañados.