Category: Plaza Pública

  • El pacto que faltó: la educación

    Para ser eficaces en educación es indispensable movilizar el compromiso y los esfuerzos de mucha gente, por todo el país y a todo nivel.

    La educación no se presta a soluciones de corto plazo. Es posible construir una escuela en tres meses y dotarla de libros en una semana. Sin embargo, asegurar que los niños y niñas tengan los conocimientos necesarios para una vida exitosa y feliz toma al menos una década.

    Por diez largos años, los estudiantes deben ir a clases al menos 180 días cada año, trabajar atentamente en clase al menos cinco horas cada día, recibir orientación y sistemáticamente agregar conocimiento nuevo al conocimiento previo. Todos los que hemos tenido el privilegio de una educación sabemos que no es fácil y no hay atajos. Toma mucho tiempo y mucho esfuerzo.

    Tres elementos resultan claves para lograr resultados. Primero lo obvio: que los estudiantes estén en una escuela segura y agradable. Esto es asunto de eliminar barreras: la distancia, el peligro, la desconfianza de los padres, el uso de un idioma ajeno, la falta de sanitarios decentes, todos son factores que pueden estorbar. De quién es el edificio, eso es secundario; lo importante es que sirva, se use y se mantenga.

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  • La coraza: No es el nuestro un Estado frágil

    Campesinas, alcaldes indígenas, normalistas, mareros, ¿qué diablos quieren?
    Decir que el Estado guatemalteco no responde a los ciudadanos es inexacto. Guatemala responde, y muy bien, a sus ciudadanos.

    El problema es que la ciudadanía está mal definida, y no todos cabemos en ella. Guatemala ha sido segmentada en auténticas castas: ciudadanos de primera, de segunda, e infelices “otros”. Mientras los pocos son bien servidos, los muchos no tienen protección ni consuelo, aunque tengan DPI.

    El sustrato racista de esta división viene de la Colonia, pero sus formas modernas son de la Reforma Liberal de 1871. Entre 1944 y 1954, los democratizadores de la Revolución de Octubre le metieron un susto a la élite, y tocó hacer ajustes al viejo modelo liberal. Ejemplar fue la tolerancia al IGSS. Aunque obra de la Revolución se le conservó, pues compraba cancha con sindicatos y maestros. Su alcance mínimo y nunca expandido demostró que era un favor para algunos, más que reconocimiento del derecho más amplio. A la vez, se apretaron los tornillos que hicieron al Estado más duro.

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  • La larga sombra

    ¡Hazte a un lado, quítate del sol, deja de estorbar!

    Vivimos los ricos y la clase media, criollos y mestizos, bajo una sombra densa y fría, que nos hace un pueblo miedoso. Tememos al cambio, tememos al indio, tememos al de la piel morena, tememos al otro.

    Vivimos bajo una sombra densa, fría, que nos avergüenza. Vergüenza de un ejército de comandantes traicioneros, que hace 60 años abandonaron a su hermano esclarecido, a su mejor oficial, a su presidente, a su comandante en jefe. Vergüenza de guardianes que mataron en vez de proteger, vergüenza que el tintineo de las medallas no calla.

    Vivimos bajo una sombra densa, fría, egoísta. Egoísmo de perro del hortelano, sentado entre el forraje, solo él quiere comer. Agobiados con que el pastel no alcance cuando haya más comensales, pero faltos de imaginación para ver que el pastel crece cuando hay más pasteleros. Egoísmo de pensar que la única forma de hacer plata es explotando a otro.

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  • Necesitamos señales creíbles de cambio

    Escéptico yo, tendré que ver cosas más concretas, un Presidente y un partido que hacen las cosas que cuestan.

    En la sabana africana, los machos de las gacelas se acercan peligrosamente a los leones, y brincan frente a ellos, retándolos. Con ello demuestran que están en buena condición física y que son partido idóneo para las hembras. De paso avisan al león que no vale la pena perseguirlos. Sólo los que van en serio se pueden dar el lujo de hacer alarde, pues si el león se levanta, tocará correr.

    El ejemplo ilustra lo que han sabido los biólogos por algún tiempo: las señales sólo son creíbles si son costosas. Igual en los asuntos de Estado: para ser creíbles, hay que hacer cosas que cuestan, pues como se suele decir, hablar es fácil.

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  • Salir de la injusticia con pies alados

    Este héroe no apelará al linaje para explicar la obviedad de su triunfo; ni el color de su tez da razones tontas para justificar la necesidad de su logro.
    Descomunal logro del marchista de la aldea Chiyuc, que se coló entre tres atletas chinos, que parecían destinados a llevarse el oro, la plata y el bronce.Un hijo de pueblo, que no se dio por enterado cuando dijeron que el triunfo no era para él.

    Descaradamente me cuelgo de los pies alados de Erick Barrondo, cuando aún no se me pasa la alegría de ver al primer guatemalteco que gana una medalla olímpica, tras sesenta años de intentos, tras quince olimpiadas fallidas. Nadie podrá jamás quitar la victoria al atleta. Sin embargo es probable que el alegrón de multitud, que usted y yo sentimos, quede olvidado tan rápido como venga la siguiente crisis nacional. Por ello, urge aprender.

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  • Seis cuadras a pie en la Zona Viva

    De tanto no ver, de tanto no dejarnos ver, hemos aprendido a ser ciegos.
    Terminé la reunión de trabajo y decidí caminar las seis cuadras a la siguiente cita. Iba concentrado en mis asuntos, en las tareas del día, con la marcha en piloto automático.
    No sé por qué, pero en algún momento abrí los ojos. No los de afuera, sino los que conectan con la mente, y comencé a procesar lo que pasaba a mi alrededor. Esto fue lo que vi.

    Un hombre mayor caminaba agachado, cargando una mochila llena. Sus sandalias hacían contraste con las losas de piedra verde y brillante que, en un arranque de embellecimiento preferencial, colocó la Municipalidad en algunas aceras de la Zona Viva. Junto a sus rasgos indígenas, me hicieron pensar que la mochila era la versión moderna y urbana del mecapal, nomás que con el peso sobre los hombros. La lentitud de su paso y el aspecto ajado de su piel hablaban de una vida de trabajo duro.

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  • La rueda

    Se hace tan obvio que la distancia del “bien” al “mal” es tan, pero tan corta.
    Digan lo que quieran, pero el Facebook acabó con la privacidad. Sobre todo ha servido para mostrar los vasos comunicantes que existen entre personas, incluso entre las diferentes facetas de lo que somos y lo que quisiéramos ser.

    Les pongo un ejemplo, por aleccionador.

    En medio de dar resultados a la “mano dura”, la Policía ensaya publicar sus logros en el combate al crimen. Hace un día compartieron con todo el que quería enterarse: caen dos sicarios, uno de 19 años de edad, el otro de apenas 16.

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  • Espejito, espejito…

    Guatemala se ha visto anegada en los últimos meses en olas de acusación contra los “resentidos” que se atreven a criticar. Toca tal vez tomar un poco de distancia.

    El sábado por la mañana perdía tiempo navegando en la Internet cuando me llamó la atención un titular: “Cacif rechaza crítica de BM”. Me hizo reflexionar que, al menos en mi mente, “Cacif” y “rechazo” son palabras que frecuentemente van juntas.

    No queriendo dejarlo simplemente a las impresiones, decidí ser un poco más sistemático, y me puse a buscar una variedad de combinaciones de palabras en Google. Aquí le cuento lo que encontré.

    Al buscar CACIF critica recibí 139,000 resultados en el buscador. CACIF rechaza me dio 48,300 resultados. Por el contrario, CACIF apoya me dio 30,700 y CACIF construye otros 10,500 resultados. – Criticones los muchachos–, me dije.

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  • Ratón pequeño, cuchara grande

    En nuestra Guatemala corporatista, los ciudadanos de a pie –yo que escribo y usted que me lee– valemos poco para modificar las propuestas.
    Nuestra Constitución está irremediablemente torcida, y por más parches que le metamos, eso no va a cambiar mientras sigamos creyendo que las leyes crean las costumbres, más que al revés.

    La esperanza de  prevenir la trampa al aumentar el detalle muy pronto nos llevará al punto donde más que Constitución, lo que tendremos será el “Código Político de la República Cuasidemocrática de Guatemala”, algo así como su manual de operación.

    Pues bien, en medio del alambicado detalle operativo (“nueve magistrados, no trece”) de la más reciente ronda de parches, me llama la atención una isla de simplicidad, una modificación elegante, una cuña bien puesta que dice todo lo que hace falta, que no explica más de la cuenta, que abre la puerta para el desarrollo institucional futuro, en fin, un golpe maestro de reforma constitucional. Son apenas ocho palabras con que se propone modificar al artículo 244: “… es una institución permanente al servicio del Estado.” (Las cursivas son mías). No, no se trata de la implementación de la cobertura universal de salud, o de la educación bilingüe intercultural como la forma oficial en que se educa en Guatemala. Esas ocho palabras, en particular la que resalto, se le pretenden aplicar mediante esta reforma al Ejército de Guatemala.

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  • El diputado

    Hoy, ahora, aquí, piense lector o lectora en ese tramposo que conoce en la universidad, el trabajo, la familia o el vecindario.

    Hace década y media me estrenaba como profesor de postgrado en una universidad privada. Como no es inusual en esas circunstancias, detecté un caso de plagio entre estudiantes. El asunto era más que obvio. Dos trabajos eran prácticamente idénticos. El copión no se había tomado siquiera la molestia de modificar el texto del colega que, a sabiendas o bajo engaño le había dado su original.

    Recién regresado de formarme en una universidad gringa, donde esto del plagio es pecado mortal, no me costó tomar la decisión: un cero en la tarea para ambos involucrados. Como el copión no tenía un desempeño notable en el resto de tareas, esto significó que perdiera el curso que yo dictaba. Del que dio copia ya no recuerdo mayor cosa.

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