Category: Plaza Pública

  • Para ganar la paz hay que perder la ventaja

    El conflicto es la opción automática cuando persiste la exclusión, la injusticia más básica. El silencio y el olvido, lo muestra la historia, nunca funcionan a la larga.

    La política trata sobre el poder. El Estado es la herramienta para usar la violencia por derecho, para salirse con el propio gusto, no importa lo que quieran los demás.

    Esto no es novedad, siempre ha sido así. En Roma, Londres, Beijing o Tikal, para llegar al trono, el pretendiente mataba a su padre y traicionaba a sus hermanos. Ya en el poder, desconfiaba de todos, sus amigos los primeros. Cuando envejeciera, su hijo le clavaría el primer puñal y empezaría de nuevo el ciclo fatal.

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  • Mala nota en disciplina

    La polarización no es fruto de una persona o de una personalidad. Estas apenas hacen evidentes las contradicciones sociales.

    La niña tiene problemas en la escuela. La maestra inexperta se queja con mamá y papá: no pone atención. Los padres, que vienen de todas las guerras, identifican el impedimento. La niña se aburre en clase.

    Todos conocemos historias así. Para el maestro chambón, con frecuencia importa más que los alumnos hagan caso, a que aprendan. Los chicos insumisos, que de mayores tendrán gran éxito, sacan mala nota. No porque falte inteligencia, sino porque no se someten a la disciplina.

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  • Capitalistas tímidos

    Son los empresarios que asientan su riqueza sobre mercados modernos y capital humano quienes están perdiendo la batalla sin chistar.

    Siempre encasillamos a las personas en grandes categorías, pues nos hace más fácil la vida. «Negro» y «blanco», como etiquetas raciales, hacen poca referencia al color real de la piel de las personas catalogadas.

    Cuando Ricardo Méndez Ruiz tacha de «comunista» a todo el que no sea su cómplice, aprovecha esta tendencia simplificadora, innata en su audiencia. Pero igual sucede cuando se dice «empresario» o «la derecha»  para englobar desde gente de la Universidad Francisco Marroquín y la Cámara del Agro hasta militares retirados que hacen negocios con dinero público. Con tropos flojos construimos las claves de la defensa y el ataque político, pero hacemos un flaco servicio a la verdad.

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  • Hoy les tocaba a ustedes

    La historia no es fruto de una sola parte, todos intervenimos en ella. Pero algunos tienen bastante más poder que otros para escribirla.

    Los sistemas sociales tienen una particularidad casi orgánica: se reproducen y viven más allá de sus miembros. Mientras no cambien la reglas, pueden reemplazarse las personas, que las estructuras seguirán intactas, las relaciones sociales seguirán vigentes.

    Esto tiene implicaciones prácticas e implicaciones éticas. En términos prácticos, querer cambiar el sistema exige esforzarse en cambiar sus reglas. El optimismo desenfrenado del «¡sí, tú puedes!» es tan ineficaz como el peor cinismo, si la intención no se concreta en nuevas reglas.

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  • Pilatos les sonríe

    Poco importó que en la bóveda del saber no hubiera oro ni plata, sino apenas palabras vacías, palabras robadas.

    El papel moneda es un invento genial. Cansados e incapaces de acarrear montones de plata, los financistas de la China antigua dispusieron hacer transacciones sobre el valor de su palabra.

    Los billetes empezaron siendo promesas sobre la riqueza material: “por diosito y mi madre que si me presenta este billete, yo le doy su plata”. Terminaron siendo netamente instrumentos de confianza: “por diosito y mi madre que este billete vale lo que le digo”.
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  • En la casa de los espejos

    Me da vueltas la cabeza. ¿Tan perdido estaré? Cansa ver todos los días a la más auténtica canalla proclamando que los buenos son malos y los malos son víctimas, mientras los más poderosos insisten que el optimismo sin crítica es la paz.

    La Fiscal General recupera el Ministerio Público. Aumenta la eficiencia, se extraditan narcos, suben los casos que llegan a condena. El “público” la premia: 32 tachas a su expediente de reelección.

    La jueza declara culpable al golpista, ése que lideró un ejército dedicado a moler aldeas enteras en sus piedras de sangre. El tribunal de “honor” del Colegio de Abogados la suspende de la profesión, porque “humilló” a un defensor.

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  • Jugarse el pellejo

    Es una invitación a jugarse un poco el pellejo. Es una invitación a hacerse peatón de la vida nacional.

    Zona 14, Ciudad de Guatemala. Todavía es un barrio elegante y el dinero está a la vista. Cada dos cuadras alguien se apura a derribar una casa antañona para construir un edificio reluciente.

    Camino a una cita de mañana. Aunque es martes en hora de entrada al trabajo, somos muy pocos los dueños de la calle. Mi única compañía la hacen guardias privados apostados frente a alguna puerta y las empleadas de hogar, que aprovechan el paseo obligado del perro para escapar del sofoco doméstico.

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  • Juntos y revueltos

    Los Acuerdos de Paz ofrecieron salidas, pero las desperdiciamos; sobre todo al renegar de una condición necesaria para ello: botar las barreras, admitir que navegamos en el mismo barco.

    El agua moja la playa y nos parece obvio el límite entre la tierra firme y el mar. Pero ¿es acaso cierto?

    Con cada ola que entra, la arena sorbe un poco del océano. Pero igualmente el mar se lleva un poco de arena aguas adentro. Apenas nos detenemos a pensarlo, reconocemos lo problemático que es definir cualquier frontera. Burkeman, en un libro dedicado a examinar las penas que pasamos en nombre de la felicidad, destaca que ni la piel, tan obvia barrera entre el yo y el mundo, resulta impermeable. A escala atómica es incluso imposible distinguir dónde termina uno y empieza el otro.

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  • Un peligroso juego con cuchillos

    Lo que ese autor ensaya es un malabarismo pernicioso. Encima, torna más altas las apuestas al usar cuchillos de doble filo.

    Hace unos días vi un malabarista callejero. A esa actividad de poca paga, él agregaba un reto especial: hacía sus malabares con tres machetes.

    El temor al desastre inminente impulsaba a voltear la vista. A la vez, el morbo forzaba a seguir viendo. Por supuesto, el fulano sabía lo que hacía, y el dominio de sus machetes le impulsaba a tomar un riesgo calculado. Lo más probable era que todo saldría bien, y cosecharía algún dinero entre su audiencia informal. Pero la posibilidad de herirse era real e inescapable.

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  • Una agenda para el Comité de Crisis

    Ya que les escucha el señor Presidente, ya que tienen casi toda la plata y mucho del poder, hoy sí, resuelvan la crisis.

    Irremediable: después del titular en elPeriódico, ya no dejaremos de llamar Comité de Crisis a una junta del CACIF con el Presidente de la República.

    Viendo la noticia, reaccioné con más celeridad que prudencia. «Arrogancia escandalosa», la llamé en Facebook. ¿Quiénes se creían esos señores, para calificar solos con el Presidente lo que sería una crisis? Un amigo, que afortunadamente lee los medios con más pausa, me hizo enmendar: primero hay que verificar. Especialmente cuando elPeriódico ha resultado un eficaz enemigo de su propia credibilidad.

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