El Estado moderno es como un pacto entre miembros de la sociedad. Funciona cuando hay bienes públicos que, al considerarse de todos, no sirven solo el interés privado. El reto es que, a la vez, el gobierno legítimo debe monopolizar su control a través del aparato público, para servir al conjunto de la sociedad. Ambas condiciones —bienes públicos y gobierno monopolista legítimo— sostienen el acuerdo del Estado moderno.
Es un pacto paradójico: las élites deben ceder poder sobre el Estado para ganar sosteniblemente los privilegios que él les garantiza. Y para ganar legitimidad el Estado no debe servir solo a las élites. Explica García Linera1 que es ese peculiar balance el que permite que el poder público no devenga en caos y tampoco en dictadura.
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