Category: Plaza Pública

  • Cuidacarros, monopolio y valor-trabajo

    Cuidacarros, monopolio y valor-trabajo

    Después de un rato tenemos la jerarquía llena de trabajos de mierda, desde abajo y hasta el gerente del banco, muy orondo con su salario gigantesco por hacer nada.

    Vuelvo al cuidacarros de hace un par de semanas, que no me quedé tranquilo con las lecciones que nos dejó pendientes.

    Para recapitular, un cuidacarros es alguien que monopoliza un pedazo de calle y, cuando un automovilista intenta estacionar, le da instrucciones sobre cómo hacerlo —algo enteramente innecesario— y cobra por cuidar el carro. Aun cuando la principal amenaza al automóvil es el mismo pseudovigilante.

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  • Para conservar el empleo

    Para conservar el empleo

    El Ministerio Público y la Cicig volvieron a dejar claro que la vieja Guatemala está podrida hasta el fondo.

    Casi no es noticia el número de gente en prisión o pendiente de captura por ser parte de la mafia que organizó Alejandro Sinibaldi. Pero aún es notable la variedad de funcionarios, empresarios, gerentes y gente de a pie involucrada.

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  • «Bullshit jobs» a la Tortrix

    «Bullshit jobs» a la Tortrix

    En el capitalismo avanzado, los académicos que se interesan en el mundo del trabajo se preocupan cada vez más por el aumento del empleo sin propósito y sin dignidad.

    Fue David Graeber, profesor de Antropología de la Escuela de Economía de Londres y activista anarquista, quien acuñó el término bullshit job (empleo de mierda) para referirse a cierta variedad de ocupaciones que proliferan en el capitalismo moderno. Estas se caracterizan no solo por que son despreciadas por la mayoría de las personas, sino por que tampoco son valoradas por la misma gente que las desempeña.

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  • Qué se quiere y qué se hace

    Qué se quiere y qué se hace

    En política pública, con frecuencia una cosa es la que se quiere y otra muy distinta la que se consigue.

    A veces la diferencia entre política enunciada y resultado obtenido es deliberado: el político sagaz distrae diciendo algo —para bien o para mal— a sabiendas de que el resultado deseado vendrá de otra parte. Pero a menudo la cosa es más sencilla: no se consideran bien las implicaciones de lo propuesto.

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  • Cómo ganar amigos e influir en los demás (o de idiotas e «idiots»)

    La semana pasada nos dejó dos noticias que ilustran —para mal— la relación de los Estados Unidos con Guatemala. La primera es conocida y específica. La segunda, oscura, pero de alcance general y nos afecta también.

    La noticia de la que todos nos enteramos fue la torpeza de tres diputados y de un amigo del presidente al contratar una empresa de cabildeo —lobby, dicen en inglés— posiblemente para influir sobre congresistas estadounidenses y procurar el retiro del embajador de ese país, Todd Robinson. La desesperación lleva al error, y el diputado Linares Beltranena —generalmente tan sagaz como malintencionado— y sus compañeros tropezaron mal. Buena seña para quienes queremos una Guatemala más justa, pues sugiere que la presión sí afecta a los pícaros.

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  • «Reset» legislativo

    La magia del reinicio no está en apagar el computador, sino en lo que pasa en los pocos segundos después de que se vuelve a encender.

    Cuando el computador da problemas, muchas veces basta con apagarlo y volver a encenderlo para que se resuelvan. ¿Por qué? Con la licuadora no hacemos eso cuando deja de funcionar.

    En general, aparatos como una licuadora fallan en el hardware, en sus componentes físicos. Cuando el computador falla, generalmente no se ha roto nada. La mayoría de los problemas que se presentan son de software: simplemente ha cometido un error de lógica y comienza, por decirlo de alguna forma, a pensar mal. Sus piezas mecánicas siguen operando perfectamente, y así puede funcionar mal indefinidamente. Incluso, puede crear nuevos y peores errores sobre los anteriores.

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  • A cambiar todos, a cambiar todo

    Aquí lo urgente es acceder de forma directa y efectiva al poder del Legislativo para controlarlo y cambiarlo.

    Dieron nueva evidencia de bajeza los diputados, como si la necesitáramos. Con el cinismo usual se recetaron otra barbaridad en exclusivo beneficio propio.

    Mostrando una unidad ausente para lo importante y para lo urgente de la agenda legislativa, los insaciables congresistas se prescribieron un bono 14 y un aguinaldo calculados sobre todos los ingresos que perciben, no sobre su salario base, como manda la ley.

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  • Idiotez global

    El torpe de la Casa Blanca y sus asesores viven en un grosero universo de suma cero, donde la cooperación no es parte del juego.

    Usted con razón se preocupa por la reforma de justicia en Guatemala. O tal vez por los efectos que puede tener un loro sobre el servicio eléctrico. Es que lo local es urgente.

    Cuando algo falla en el entorno inmediato, nos enteramos enseguida y la reacción no se hace esperar. Pero hay que poner atención a lo global, donde los asuntos pueden ser más importantes que urgentes. Donde las consecuencias tardan más en llegar, pero suelen ser mayores.

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  • Tras el santo grial de la eficiencia

    La eficiencia plantea una paradoja: a veces hay que gastar más para conseguir eficiencia, no menos.

    Es casi un lugar común afirmar que la administración pública es ineficiente. Con regularidad oímos decir que no solo las autoridades, sino todo el funcionariado público, son parásitos de la sociedad, sanguijuelas que malgastan recursos sin producir nada a cambio.

    Tales denuncias se acompañan con igual frecuencia de exigencias por hacer eficiente el Estado, por dejar de malgastar los pocos dineros públicos. En principio, la cosa suena razonable. Todos queremos ver bien usados los impuestos, expulsados de la cosa pública a quienes no saben manejarla y en la cárcel a quienes además son corruptos.

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  • Las cosas no sienten

    La patria no sufre. Sufre la gente.

    Nos encanta y nos sirve hacer como que los objetos mentales tuvieran existencia propia. Pero solo existen en nuestra imaginación.

    La reificación no es asunto banal, pues en nombre de tales seres inventados nos convencemos de hacer muchas cosas, a veces buenas y algunas muy malas. Harari propone una prueba sencilla para determinar si un sujeto es real o inventado, para saber si es una persona o una cosa. Recomienda preguntar: ¿puede sufrir? Si la respuesta es sí, entonces ese alguien es real. Si la respuesta es no, el asunto es ficticio y no basta por sí solo como base de un argumento, menos aún como razón para actuar o dejar de actuar.

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