Category: Plaza Pública

  • Sepultar el síntoma

    Sepultar el síntoma

     

    Se vació el incordio, se secó la buba. Se cerró la llaga con sus largos bordes inflamados y el paciente cree que ha sanado.

    Se acabó la tos seca y estridente. Queda solo el murmullo húmedo que barbulla en el fondo del pecho, y el enfermo vuelve a la rutina esperando contra esperanza: quizá se mejore solo. Se fue el dolor que marcaba la migraña, la urticaria que corría por la piel, el ardor de la gastritis y la sed de la diabetes.

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  • Lo sacro y el candado de la imaginación

    Lo sacro y el candado de la imaginación

    A veces da penita admitirse chapín, viéndonos tan infantiles. Como ante la mojigatería religiosa y el oportunismo corrupto que reaccionaron a la marcha de la Poderosa Vulva. Nos deja tan mal parados esa absurda indignación, aun si no hubieran multitudes en Japón que celebran un pene metálico en plena festividad religiosa.

    No es que la marcha fuera de mal gusto. Apenas sería una más entre tanta cosa fea. Como el mobiliario de Manuel Baldizón o un Mickey Mouse gigante. O el aspecto del fiambre: delicioso, pero que igual parece un nido de lombrices.

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  • Tareas para el Frente Ciudadano (o para el ciudadano del frente)

    Tareas para el Frente Ciudadano (o para el ciudadano del frente)

    Nuestro entorno noticioso es como carrusel de feria: cada vez un caballo distinto, pero la música es siempre la misma. La prensa da la sensación de estar en una ronda sin fin: por más cosas que suceden, nunca cambia nada. Cada noticia es desplazada de inmediato por otra más escandalosa. Hace apenas dos semanas se lanzó el Frente Ciudadano contra la Corrupción y ya parece tan remoto, pues ha sucedido de todo. Para recordar lo más visible: un accidente estrepitoso en carretera, el aniversario de la catástrofe en ese que no fue ni hogar ni seguro para 41 niñas, una nueva amenaza de Jimmy Morales por quitarse de encima a Iván Velázquez y, como tapa del pomo, el alcalde sempiterno vuelto a escabullirse de la justicia, que le muerde los talones.

    Por eso debemos cotejar la información y volver a las cosas más significativas. Porque, no se engañe, hay cosas que son solo entretenimiento. Como la novela del alcalde resbaloso, que ya perdió el juego, así no pase una sola noche en prisión y vocifere cada día más. Le ganaron Portillo, Pérez Molina y Colom en el camino a la cárcel. Le ganó Ríos Montt en zafarse de la justicia. Por más que alardee, arruinó su reputación.

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  • Frente Ciudadano contra la Corrupción: lo bueno y lo insuficiente

    Frente Ciudadano contra la Corrupción: lo bueno y lo insuficiente

    Es muy positivo el lanzamiento del Frente Ciudadano contra la Corrupción. Aplaudo sin reservas esta manifestación amplia de rechazo a la corrupción y de respaldo al Ministerio Público y a la Cicig. Me alegra ver en una sola tarima un grupo tan diverso y me sumo a su lucha.

    Por supuesto, no ha faltado quien rechace la iniciativa, ya porque la impulsan empresarios cuestionables y tardos en apuntarse, ya porque tiene miembros de la izquierda. Pero la política es hacer alianzas improbables. Y la buena política las hace para conseguir los mejores resultados. De modo que, si la intención es luchar contra la corrupción, enfermedad que afecta a todos, por supuesto que reunirá un grupo diverso y disonante.

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  • La tarea del oficial joven

    La tarea del oficial joven

    La semana pasada puso en vitrina, una vez más, que el Ejército de Guatemala está construido sobre arena, no sobre roca.

    El deber que tanto pregona la propaganda militar quedó en nada. Un gabinete entero de civiles cumplió cuando el Ministerio Público los alcanzó por firmar un documento. Pero, ante la acusación de manipulación de justicia en un caso de asesinato, el general Érick Melgar Padilla optó por la cobardía y se escondió.

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  • Ser bueno, hacer el bien

    Ser bueno, hacer el bien

    Sigue resonando en la conversación política la captura del expresidente Colom y de su gabinete. Hay razón, pues obliga a cuestionar todo y a todos.

    Para el cínico cansado, la noticia permite reiterar la denuncia: «¡Toda la clase política está podrida!». Para el netcentero y el socio del pacto de corruptos, ofrece la excusa perfecta: «¡Ya vieron! ¡Colom es tan mafioso como Pérez Molina!». Para los más reflexivos, da ocasión de construir argumentos —no se puede reformar sin transar con el poder real— o para sentirse decepcionados, aun cuando aquí el engaño hace rato que lo practicamos todos como forma de vida.

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  • El alcalde decimonónico

    El alcalde decimonónico

    El alcalde Arzú acelera la marcha por un despeñadero cada vez más desafortunado. Desafortunado, primero, por sus efectos sofocantes sobre nuestra democracia. Aunque esta preocupación él nunca la ha compartido demasiado, su refunfuñar de viejo cascarrabias distrae a la juventud política y, vergonzosamente, también a la juventud militar justo cuando a ambas les urge poner atención a mejores causas.

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  • La impostura

    La impostura

    Hace al menos siete décadas se echó a rodar una impostura en estas tierras. Una impostura fatal. Ese engaño, fruto de la guerra fría, fue hacer creer que tener ideología política era moralmente malo. Especialmente tener una ideología de izquierda. Demócratas cristianos, socialcristianos, socialistas y comunistas (aquí todos por igual calificaron como izquierda radical) terminaron considerados gente mala. En el mejor de los casos, merecedores de insulto. En muchos, de exclusión. En un número dolorosamente grande, de persecución y muerte.

    Desde la izquierda, parecido. El conservador, liberal o centrista era reprensible, un lacayo del imperio. Por tanto, merecedor de oprobio, de la denuncia de su riqueza y de la destrucción de sus bienes. En el peor de los casos, del secuestro y también de la muerte. Eso sí, fue mucho más numerosa, violenta e indiscriminada la saña contra la izquierda.

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  • Impacientes, infantiles

    Impacientes, infantiles

    Somos cada uno al menos dos personas: el que quiere las cosas ¡para ya! y el que sabe esperar. La ciencia ha demostrado1 que en cada uno habitan al menos dos versiones de nosotros mismos. Si no en realidad, ciertamente por los resultados que perseguimos. Todos podemos dar fe de la razón que tiene. El yo previsor abre una cuenta de ahorro a plazo fijo para protegerse del yo despilfarrador. El yo perezoso pelea por la mañana con el yo de buen juicio que sabe que debe ir al gimnasio o salir a correr para mantenerse sano. Y aquel gana más veces de las que queremos reconocer.

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  • Álvaro Arzú y la curva de rendimiento decreciente

    Álvaro Arzú y la curva de rendimiento decreciente

    Dudo muchísimo que usted y yo pasemos un solo día, no digamos toda la vida, sin mentir. Así sea de oficio para reconfortar a un ser querido en un momento de adversidad.

    Así que tire la primera piedra si usted no lo hace. De igual forma, supongamos que es cierto que es imposible deshacerse de toda corrupción, que incluso incurrimos en ella porque no hay más remedio. Este es un caso especial de una idea más amplia: que hasta cierto punto la corrupción es funcional. Aunque sea para sobrevivir.

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