Los dos candidatos tienen bien medida la tarea: ha quedado un solo molde para ganar, más aún para gobernar.
Es curiosa nuestra afición por adivinar el futuro. Aunque los hechos llegarán por propia cuenta, igual queremos saber antes, saber primero. El afán por la predicción nos acompaña desde que nos hicimos humanos, hace ya mucho tiempo. La agricultura dio obvia urgencia a conocer el devenir. El éxito de la siembra —algo que debe suceder hoy— radica en la probabilidad de que llueva mañana. No es banal acertar.
La relación entre lluvia futura y siembra presente ilustra bien por qué nos interesa la predicción. Pero subraya también bajo qué circunstancias importa: solo cuando el impacto de la condición futura depende de la calidad de la decisión presente. Sirve si modificar la conducta actual, con base en la predicción, afectará nuestra situación más adelante.
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